No hay nada mejor que aprender jugando, porque el niño adquiere conocimientos y experiencias de un modo natural, casi sin darse cuenta. Por eso es importante darles espacios a los niños para que puedan jugar entre sí, ya sea en los parques o en las guarderías. A través del juego pueden aprender una serie de actitudes, destrezas, valores, conductas y asertividad que no podrían adquirir solamente entre adultos, y mucho menos solamente con los padres.
Sin embargo, también es importante que antes de ponerlos a socializar, los padres tengan la suficiente confianza con la persona que se dedica a cuidarles. Por eso, ante la duda, recomiendo ponerlos pronto en una guardería, y mucho más si los padres trabajan. Es difícil encontrar personas de confianza y a la vez fidedignas y competentes, por esa razón la guardería, profesionalmente llevada, es una excelente opción.
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Igualmente hay que tener ciertos cuidados en una guardería, debido a que se están descubriendo muchos sitios inadecuados, pero por tratarse de un lugar donde conviven muchos niños y profesionales se supone que los mecanismos de control son mucho mayores. Sin embargo, vemos que en El Salvador ni la mayoría de guarderías, ni los parques son opciones totalmente válidas.
La escasez de guarderías apropiadas -a menos que sean de pago- ponen en dificultad a innumerables familias. Por otro, en el caso de los parques, a excepción de los residenciales privados, donde hay juegos comunes, se debe estar pendiente de que una persona adulta o adolescente no intente agredirlos o interferir con ellos.
Pero suponiendo que se superan las barreras si conseguimos que nuestros niños jueguen con otros niños, los beneficios son muchísimos además de la integración en sí misma. No solo es una manera de alejarlos de los teléfonos y los celulares sino de jugar respetando turnos, sometiéndose a reglas y, si fuera el caso, respetando a la autoridad.
Los niños que pasan la mayor parte de su tiempo usando la tecnología, a menudo no son físicamente activos, ni creativos usando su imaginación. El 75% del desarrollo cerebral ocurre después del nacimiento, el juego ayuda al desarrollo estimulando el cerebro a través de la formación de conexiones entre las células nerviosas. Este proceso contribuye con el desarrollo de habilidades motoras finas, gruesas y la sociabilización.
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Ese tipo de actividades también ayudará a que el niño aprenda a compartir algunas de sus posesiones, como los juguetes, algo que los más pequeños naturalmente rehúsan a hacer al principio, y mucho más si los padres les obligan a hacerlo. En síntesis, hay que hacer que nuestros niños jueguen más a pesar de las limitantes que puedan surgir dependiendo de donde vivan o de su condición social.
Al lograrlo estamos invirtiendo en educación y en salud al mismo tiempo. Ya lo dice claramente el informe clínico de la American Academy of Pediatrics titulado “El poder del juego”: “jugar puede mejorar las capacidades de los niños para planificar, organizar, llevarse bien con los demás y regular sus emociones. Además, el juego ayuda con el lenguaje, las destrezas matemáticas y sociales e incluso ayuda a los niños a sobrellevar el estrés”.