Con frecuencia los medios de comunicación se hacen eco de casos de abandono de bebés con pocos días de vida. Ello no significa que estos casos sucedan sólo cuando salen a la luz; por el contrario, son muchísimo más frecuentes aún, y reflejan una problemática psicosocial mucho más profunda que la superficialidad con que suelen ser abordados. El tema daría para muchas páginas, pero sólo voy a insistir en un aspecto al que ya me he referido en alguna ocasión, y en el que pareciera que nadie repara.
La opinión pública se escandaliza cuando aparece una noticia de este tipo, y dirige su dedo acusador hacia la «descorazonada madre» que fue capaz de hacer algo así. Sin embargo, jamás he oído deque alguien se pregunte por el «descorazonado padre». ¿Por qué? Se supone que ese bebé ha de tener un padre. ¿Por qué cuando eso sucede se busca y se criminaliza solo a la madre y no al padre?
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¿No se trata, acaso, de abandono del padre cuando éste pareciera que ni existe; cuando anda por ahí, ajeno a todo ello; o cuando, al ver el caso en televisión ni siquiera sabe que se trata de su hijo, y si lo sabe le da igual? ¿Es que nadie se ha planteado que eso también es abandono, y que si ese abandono no se hubiera producido, si ese padre se responsabilizase de su hijo, casi con toda seguridad ese bebé seguiría estando en brazos de su madre?¿Cuántos abandonos se producen cuando el padre está ahí al lado?
Si esa habitual actitud masculina, de macho, que no de hombre, se asemeja tanto a la de muchas especies animales irracionales, cuyo único papel es fecundar a la hembra, ¿Qué puede tener de extraña la actitud femenina, también semejante a la de otras especies animales, que repudian y abandonan de forma natural a las crías que no pueden o no quieren atender?
Lo sorprendente es que haya tan poquitas descorazonadas madres, considerando la infinidad de «descorazonados padres» que abandonan mujer y futuro hijo, y que campan tranquilos sin que ni siquiera nadie les señale con el dedo, y sin que la ley, en el improbable caso de buscarlos y encontrarlos, les exija más responsabilidad que una simple y mínima cuota alimenticia, que en muchos casos ni se cumple. Lo sorprendente es que haya tanta madre con corazón y valor para salir solas adelante ante tanta adversidad.
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Se da por hecho que la racionalidad de los pensamientos y de los actos es inherente a la condición de ser humano, y que esa es la principal diferencia con los animales. Y se da por hecho también que el ser humano debe mostrar esa racionalidad cuando es adulto, y no nos damos cuenta que esa capacidad racional es solo eso, una capacidad, que de no ser educada, tampoco será efectiva, y la conducta tenderá a seguir ciertos patrones como los de otros animales, guiados por el instinto más que por la razón. La educación es mucho más que ir a la escuela, y debe empezar desde que se nace. La educación más que la inteligencia es lo que realmente establece la diferencia entre animales racionales e irracionales.