Suele manejarse el término “adicción” al hablar de dependencias a sustancias como drogas, alcohol, etc. Sin embargo, puede hacerse extensivo a multitud de aspectos, entre ellos el hábito de comprar en forma compulsiva. Como tal adicción, requiere de ayuda profesional y tiempo para superarse, y aun cuando se haya superado aparentemente, la tendencia a reincidir puede permanecer latente por mucho tiempo; a veces por siempre, y requiere de un autocontrol evitar la reincidencia.
Varios factores pueden determinar la aparición de la adicción a comprar; unos de tipo personal, y otros de tipo social. Los factores de tipo personal no son muy diferentes de los factores que puedan inducir a otro tipo de adicciones como el alcohol o las drogas, de modo que en este caso el hecho de comprar y poseer cosas nuevas o diferentes produce una satisfacción que probablemente pretende llenar algún tipo de vacío espiritual existente en la persona, elevar una baja autoestima, o bien compensar una situación de inestabilidad emocional. Otros factores de tipo personal que pueden influir son una personalidad con propensión a ello, o una inadecuada o deficiente educación en el valor, uso y administración del dinero y de las cosas.
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Pero en el fondo, en la mayoría de los casos este hábito es un síntoma más de esa inestabilidad o vacío espiritual, y ello se está proyectando hacia el propio subconsciente, con lo que la persona aún se siente más inestable y vacía. La satisfacción al comprar es momentánea, fugaz; después viene una fase depresiva en la que ese subconsciente aflora y automáticamente aparece la necesidad de una nueva satisfacción, que será cada vez más fugaz. ¿Encuentran alguna similitud con la adicción al alcohol o las drogas? La diferencia es que en este caso no hay un daño físico; pero el problema psicológico puede considerarse de similar magnitud, y las consecuencias para el entorno familiar pueden ser también muy negativas, o devastadoras.
Desde el punto de vista social, en los últimos tiempos hay un factor que induce a comprar compulsivamente a sectores amplios de la población, particularmente a los que a nivel personal su condición de riesgo es alta, aunque llega a afectar también a muchas personas con riesgo bajo. Se trata del consumismo provocado por la feroz presión comercial a que todos estamos sometidos a través de los medios de comunicación. Dicha presión comercial trata de convencernos, con estrategias tan agresivas como sutiles, de que “necesitamos” comprar infinidad de productos. Y no solo eso, sino que hasta trata de vendernos “problemas ficticios” para luego vendernos la solución a los mismos.
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A tal extremo se llega con dichas estrategias que ya no se induce solo a tener lo que no se necesita, sino a tener siempre e inmediatamente lo nuevo, lo último en salir al mercado, de modo que sea fácil mantener la adicción de la gente lanzando alguna novedad constantemente, y generando una patología a la que han bautizado con el nombre de “neofilia”.
Algún investigador afirmaba haber encontrado en el sistema neuronal la causa de esta nueva patología, aunque hay una opinión generalizada, a la que me sumo, de que no se trata de otra cosa más que de un caso particular de la compra compulsiva, generada por el consumismo.