Nunca ha dejado de estar presente, Oscar Wilde le dedicó una obra teatral, "El abanico de Lady Windermere", y ahora la hispano-cubana Chanel Terrero, representante española en Eurovisión, le ha devuelto a la actualidad al desplegar uno en su actuación en Turín. También la actriz Rossy de Palma ha hecho lo suyo en la alfombra roja del Festival de Cannes, en Francia.
El abanico no solo es un complemento para las épocas de más calor, lo cierto es que en otoño e incluso en inverno, en Canadá o en Túnez, es siempre propicio llevar uno en el bolsillo, advierte Olivier Bernoux, el artesano que ha devuelto el valor.
El creador franco-español, de la firma que lleva su nombre, realiza delicados diseños y propuestas más atrevidas con mensaje, "por encargo de Madonna", quien no ha dudado en lucirlos durante la celebración de su cumpleaños o en alguno de sus videoclips.
En los reinados de Luis XIV y Luis XV en Francia llegaron a ser prendas y testimonio de lujo, realizados con pinturas exquisitas, papel de China, tafetán de Florencia y vitela y cabritilla española.
Con el tiempo, su uso y su importancia se han ido depreciando, una razón que llevó a Bernoux a investigar nuevos diseños y materiales, cuenta este licenciado en económicas, que trabajó para Loewe, y que forma artesanos para lograr que no se pierda el oficio.
"Los abanicos han sido un complemento que me ha fascinado desde niño", comenta en una conversación con Efe en su tienda taller el creador, donde diseña combinaciones en las que hay tanta tradición como vanguardia, donde pulcramente recogidas se apilan, telas, varillas y aderezos, pura fantasía, junto a máquinas de coser.
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"Abrir y cerrar un abanico es un elemento de sensualidad, describe un lenguaje propio con el que las mujeres se comunicaban con su enamorado", cuando no estaba bien visto que se hablaran en público, recuerda.
Bernoux se lamenta de que el bordado hecho a mano, incluso el de marquetería, se esté perdiendo, aunque le hace ilusión que su trabajo empiece a reforzar un tejido industrial en extinción.
La tradición dice que los más pequeños son para los caballeros y de tamaño mediano para las señoras, aunque este artesano le da una vuelta a la historia: "un hombre tiene tanto calor como una señora" y para ellos también diseña creaciones más grandes e informales, a las que incluso incorpora tejidos de camisas.
Ha sabido también cómo desarrollar piezas maxigrandes, un elemento sofisticado hacia el que se dirigen todas las miradas en fiestas o bodas.
Asegura que el abanico ha dejado de ser un accesorio vinculado a España, los suyos viajan a Nueva York, Suiza, Italia, Miami, México, Venezuela, Jordania o Emiratos Árabes.
La cantante Beyonce y Madonna son clientas habituales. "Madonna contactó con nosotros y pidió varios abanicos personalizados con palabras algo pícaras", en los que se puede leer "Fuck", "Bitch" o "I'M Hot", cuando se abren.
En el recorrido por las estanterías de su tienda no falta una línea divertida con dibujos con calavera en las varillas y colores flúor que buscan la atención de los más jóvenes, e incluso una colección que cambia de color con el calor.
Plumas de avestruz, flecos, cristales de Swarovski, sedas, tachuelas o flores bordadas que sobresalen del abanico cuando se cierra son algunas de las múltiples opciones que Bernoux propone con imaginación, a las que incorpora actualidad sin caer en modas.
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El lino se incorpora a maderas nuevas como el palo santo, ébano de macasar o el olivo, trabajadas por manos esmeradas para que el abanico abra y cierre de manera "natural y elegante", fácil, para evitar que se rompa y que perdure al paso del tiempo "que pase de generación en generación", comenta el creador, que también restaura abanicos antiguos.