Saldrán chorros de tinta y mensajes digitales sobre los 3 años que hoy cumple en el poder Nayib Bukele. Lo malo, lo feo, y también lo bueno que es para muchos. No tengo que agregar nada a esta descripción de un desastre que se desarrolla a plena luz del día, pero que la mayoría en nuestro país dividido en creyentes y críticos no quiere ver. Prefiero enfocarme en lo que se debe hacer para que esta pesadilla realmente termine en los 731 días que faltan al mandato constitucional del presidente. Porque si no tenemos claro lo que hay que hacer para impedirlo, Nayib Bukele se quedará en el poder, no por 731 sino por 2,192 días más.
La reelección inconstitucional (mejor dicho, anti-constitucional) de Nayib Bukele en el 2024 es el tema central de los próximos 2 años. ¿Lo vamos a permitir o lo vamos a impedir? Y esto incluye cualquier opción anti-constitucional de sucesión, por ejemplo de otro miembro de su clan.
Esto es el meollo del dilema que enfrenta el país. Hay una mayoría que por creencia o por oportunismo estará apoyando la reelección, por más ilegal que sea, y una minoría que hasta la fecha no sabe cómo impedirlo.
Aparte de su desprecio por la Constitución, que obviamente no le preocupa a la mayoría, Nayib Bukele ha cometido errores graves, que ya afectan a la mayoría de la gente: el despilfarro de millones de fondos públicos para la fantasía fracasada del Bitcoin; el aislamiento internacional que ha cerrado las puertas en Washington, la Unión Europea, el Fondo Monetario y el Banco Mundial; el manejo irresponsable de las finanzas públicas y la deuda, que ya comienza a afectar la economía familiar del ciudadano común y corriente…
El problema es que Bukele no paga el costo político por sus aventuras, berrinches e improvisaciones, porque no hay oposición que sepa cobrárselo.
Para evitar que Nayib Bukele se salga con la suya en el 2024, tiene que parársele una fórmula de candidatos que sepa retarlo y goce del apoyo de toda la oposición conformada por ciudadanía crítica, organizaciones sociales y partidos.
Dada la profunda crisis de los partidos políticos, todos sabemos que esta alternativa -una fórmula de candidatos y la alianza social que los lance- no saldrá del seno de ningún partido. Ni siquiera de una coalición de los 4 partidos. Tiene que surgir orgánicamente de la masa crítica en la sociedad civil y ser tan convincente que los partidos la asuman y canalicen institucionalmente.
La fórmula de candidatos y la alianza social que los lance son dos componentes de la alternativa que no pueden separarse. Nada funcionaría sin uno de los componentes. Un líder carismático no resuelve el problema, y tampoco una amplia alianza sin cabeza.
Los que asuman el reto de pararse al hombre que quiere usurpar el poder -y a la mayoría que hoy lo respalda- tiene que surgir de la decisión compartida de un grupo valiente y representativo de personajes que están dispuestos de poner el pecho. En la batalla que viene, sólo apoyar desde el anonimato no es suficiente.
Hay candidatos posibles e idóneos. Podría poner aquí una lista de una docena. No lo haré, porque no se trata de escoger a un líder. Se trata de construir un proyecto político que sea más amplio que cualquier partido o incluso que la suma de los partidos opositores, alrededor del compromiso de reconstruir la democracia y el estado de derecho. Esto no funcionará si no hay claridad de que la democracia y el estado de derecho, antes de que Bukele les diera el tiro de gracia, han sido dañados por errores, negligencias y corrupciones cometidos durante todo la postguerra.
¿Cómo dar forma a este proyecto? En vez de quedar paralizados porque este régimen ha descartado el diálogo y la concertación como instrumentos de construcción democrática, nosotros debemos recuperarlos y usarlos, ya no para un acuerdo de nación que incluya a todos los actores políticos y sociales, sino para un acuerdo entre quienes están dispuestos a rescatar la democracia. Si de esta concertación surge un grupo de 30, 40, 60 u 80 personalidades con credibilidad, iniciativa y el valor de poner el pecho, ya estaría la base para diseñar una estrategia para el 2024. Luego se decidirán los candidatos, la organización, la plataforma mínima, los fondos necesarios, los acuerdos mínimos con los partidos.
La meta tiene que ser impedir que este régimen se prolongue más allá del 2024. El país, su fibra social, su economía, su médula ética no lo aguantarían. Poner la meta más baja no es opción, porque no motiva a nadie y en el fondo acepta la derrota.
Hay que dar la lucha. Y no es por idealismo, es por defensa propia de cada uno: el empresario, que sufre la extorsión gubernamental; los académicos, periodistas y sindicalistas, que pierden sus libertades.
Si no existen estas 30, 40, 60 u 80 personalidades dispuestas a aceptar el reto, con los riesgos que obviamente implica, no habrá nada que hacer y perdemos todo. Ningún candidato que se lance, tendrá el respaldo necesario. Ningún partido llenará el vacío. Podremos de un solo asumir que habrá Bukele para mínimamente 2,192 días más.
Faltan 731 días, ¿o serán 2,192?
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Periodista
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