En un sentido llamado que pareció ser para el mundo entero, la esposa de Alexei Navalni, el principal opositor a Putin, muerto en una prisión en el Ártico, declaró que “debemos unirnos y luchar contra este mal. Debemos luchar contra este horrible régimen en Rusia”.
La presidenta de la Comisión Europea (poder ejecutivo de la Unión Europea), Ursula von der Leyen, y el Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, no han dudado en acusar a Putin de “asesinar lentamente” a Navalni.
Y en lo que también fue una sentencia para Putin y una advertencia para los de esa calaña, Yulia Navalnaya sentenció que “serán llevados a la justicia y ese día llegará pronto”.
Era tal el odio —o miedo— que Putin sentía por Navalni que lo envió a una prisión en el Círculo Polar Ártico, literalmente en el fin del mundo, desde donde el líder opositor llamó a los rusos a votar contra Putin en las elecciones del 17 de marzo de 2024.
Ya en 2020, Navalni había escapado de morir envenenado a manos de los servicios especiales rusos, según sus aliados, pero fue tratado en Berlín y meses después regresó a Rusia, donde fue detenido y sometido a juicios amañados. A veces es mejor ser inteligente que valiente, fue la lección que sacaron muchos. O, como dicen otros, “confiar es bueno, pero no confiar es mejor”, sobre todo en estas circunstancias, ya que hubiera prestado un mejor servicio a las fuerzas democráticas vivo que muerto.
Navalni cometió el mismo error del genio del Renacimiento italiano Giordano Bruno al regresar Italia donde sus enemigos, los desquiciados eclesiásticos de ese entonces, se aferraban a la idea de que el Sol gira alrededor de la Tierra, por lo que después de encarcelarlo por más de diez años marcharon todos con sus disfraces para quemarlo vivo en el “Campo dei Fiori” de Roma, un magnicidio por el que la Iglesia pidió perdón en 2000.
Allí, en lo que queda del “Campo dei Fiori” se levanta una estatua erigida a la memoria de Bruno, quedando únicamente para sacar del sepulcro al papa que ordenó el asesinato y tirar sus restos a un estercolero. Es lo que en su momento hay que hacer con Putin y sus secuaces.
La esposa de Navalni dice que un día antes de su muerte, él estaba alegre y optimista, pero repentinamente se desplomó.
Según se ha informado, Putin ha colocado en su “lista negra” a más de doscientas cincuenta personas, entre ellas la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, su secretario de Estado, Taimar Peterkop,y al ministro de Cultura de Lituania, como si esos países estuvieran aún bajo control de la extinta Unión Soviética que Putin aspira a revivir con él como zar, al igual que el carnicero Stalin. Para Putin, es una ofensa que países como Estonia, Lituania y otros hayan derribado las estatuas de Stalin y otros monstruos de la era comunista.
Nadie sabe, empero, la reacción que el magnicidio causará en Rusia, donde más y más familias han perdido hijos, esposos y familiares en la agresión no provocada a Ucrania, a lo que se suman los lisiados que regresan del frente, donde centenares de miles hacen el papel de “carne de cañón”, incluyendo a nepaleses reclutados y que al volver narran las espantosas condiciones en que les tocó luchar, pues les dieron un arma y un breve entrenamiento antes de lanzarlos a las trincheras.
Pasamos de horror a espanto por los crímenes que se perpetran
En Rusia puede aplicarse lo de “puedes engañar a todos un tiempo y a algunos todo el tiempo, pero nunca a todos todo el tiempo...”.
Es más que probable que el execrable asesinato será el inicio de la caída del sicópata Putin, como predijo Navalni.
La “capacidad de asombro” de las personas pensantes en el revuelto mundo de la actualidad se rebalsa minuto a minuto, tanto por las amenazas del sociópata de Corea del Norte que acaba de amenazar a Corea del Sur, como por los atropellos de la narcodictadura venezolana, los asesinatos y encarcelamientos del binomio Murillo/Ortega, los crímenes de los enloquecidos ayatolas iraníes a quien Jimmy “Derechos Humanos” entregó el poder, las agresiones de los hutíes a barcos mercantes y el infernal embrollo de la guerra entre Israel y los terroristas de Hamás que sostienen los iraníes...
Como dijo Cuauhtémoc, el monarca azteca que los invasores españoles sometieron a suplicios con fuego, ni él ni los salvadoreños estamos “en un lecho de rosas”, más después del caso Muyshondt, cuya familia denuncia que fue torturado de manera salvaje hasta matarlo y a quien enterraron el propio día de su cumpleaños...