Su reloj Patek-Philipe de oro, valorado en más de cuarenta mil dólares, le fue robado en Nápoles al actor francés Daniel Auteuil, a quien dos carteristas persiguieron en motocicleta y lo forzaron a entregarles esa joya, un incidente que se repite urbi et orbi, no solo en Nápoles, sino en París, en muchas grandes ciudades, donde turistas y locales salgan con joyas y buenos relojes a pasear, comer, tomar un café.
Para vergüenza de nosotros hispanoamericanos, muchos carteristas que operan en las grandes ciudades de Francia son hispanos, siguiéndoles árabes y rateros locales.
Cesare Foa, presidente de la Asociación de Operadores de Turismo, tiene una solución práctica a ese problema: que los hoteles de Nápoles suministren a sus huéspedes relojes baratos de plástico, que inclusive pueden llevar impreso un logo de la Campania, la bella región de la que Nápoles es capital, siendo además un recuerdo que se dé a amigos o familiares cercanos.
Nápoles es una ciudad muy hermosa, tiene parajes, templos, palacios únicos, estando siempre con la espada de Damocles del Vesuvio a un lado, siendo el punto de partida para recorrer la Costa Amalfitana, una maravilla de farallones, vistas espectaculares, el acceso a la ciudad de Ravelo, una puerta de acceso a Amalfi, otrora potencia marítima vencida por la flota genovesa que a su vez fue doblegada por la potente Venecia.
En la catedral de Amalfi se atesoran los restos del apóstol San Bartolomé...
El tremendo susto es que frente a Nápoles, bajo el mar, hay un volcán que siempre esta “rumeando” y que de entrar en erupción se lleva de encuentro a media Italia.
Nápoles, para ponerlo en contexto, está dividida en el punto en que se encuentra el Palacio del Huevo, una prácticamente inexpugnable fortaleza que fue la residencia de los reyes de Nápoles y las dos Sicilias. De un lado se encuentra el golfo de Nápoles, del otro la bahía de Santa Lucía, cantada por trovadores desde siempre.
Nuestros lectores pueden acceder YouTube y oír la canción que, entre otros, Enrico Caruso, el tenor más afamado de todos los tiempos, el “sin rival” Caruso, canta al golfo de Santa Lucía, “bajo una luna de plata...”.
Las canciones napolitanas casi definen el alma italiana e irónicamente a muchos turistas que toman góndolas turísticas en Venecia no les cantan sones venecianos, sino napolitanos... “Oh Sole Mio”, “Torna a Sorrento”, la tarantela “Funiculi funicula”....
Pizza y música napolitana, la combinación perfecta
La reina Margarita en su momento pedía a un restaurante casi frente a palacio y que existe al día de hoy, que le llevaran lo que luego se conoció y popularizó como pizza: la pidió con queso, tomate, albahaca, los precisos colores de la bandera italiana.
Por lo mismo, cuando más de alguno de nuestros apreciados lectores puedan visitar Nápoles, Pompeya, subir al Vesuvio con sus relojes de plástico, o recorrer la Bahía de Santa Lucia bajo la luz de plata de la luna, piensen lo que la música napolitana y la pizza (preferiblemente Margarita) ha contribuido al buen humor, a la alegría y las ilusiones de tantos en este mundo.
Muchos emprendedores, creadores de riqueza, comerciantes, suelen decir que los negocios deben ganar mucho dinero, en gran parte para compensar lo que les roban, desde celulares en un descuido hasta sus chaquetas. Aquí se meten pandilleros en los buses a robar, en ciudades como Los Ángeles también. El remedio, para muchos, es andar con un spray de gas pimienta, o un aparato que dispara una fuerte alarma...