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Una guerra sin sentido, absurda, de Irán contra la civilización

 Los iraníes ahorcan sin miramientos, de la misma manera como asesinaron a un campeón de lucha acusándolo de un crimen sin que hubiese  pruebas definitivas, un crimen que pesa sobre todo el deporte del mundo musulmán.

Por El Diario de Hoy |

Una guerra sorda se libra entre Israel e Irán, un régimen, el de los enloquecidos ayatolas, que alienta el terrorismo en el Medio Oriente, financia el grupo terrorista Hezbola en Líbano y amenaza con desarrollar un artefacto atómico para chantajear al mundo.

El ayatola Jomeini estaba refugiado en Francia hasta que Jimmy Carter, con sus malvadas políticas, propició en 1979 la caída del Sha de Persia, Mohamed Reza Pahlevi, amigo de Estados Unidos y de Occidente, para instalar a un grupo enloquecido que llega a todos los extremos de perversidades.

El régimen teocrático no tuvo escrúpulos es mismo año para pasar sobre el derecho internacional y secuestrar al personal de la embajada de Estados Unidos en Teherán, lo cual alentó en gran medida a los movimientos terroristas islámicos hasta nuestros días.

Estados Unidos se encargó de eliminar de la faz de la Tierra, en 2020, al general iraní Qasem Soleimani, el encargado de diseñar y supervisar el terrorismo en el Medio Oriente, una alimaña que los ayatolas han santificado a su manera, al extremo de haber presionado a un atleta iraní vencedor de competir con una camiseta con el nombre del malvado, a lo que éste se negó y de hecho tuvo que exiliarse temiendo que lo ahorcaran al volver a Irán.

Los iraníes ahorcan sin miramientos, de la misma manera como asesinaron a un campeón de lucha acusándolo de un crimen sin que hubiese  pruebas definitivas, un crimen que pesa sobre todo el deporte del mundo musulmán.

Llegan a tal extremo de imbecilismo, que cuando la desaparecida y brillante cronista italiana Oriana Fallaci pidió hacerle una entrevista, se la concedieron con la condición de que estuviera casada, por lo que tuvo que contraer matrimonio con su chofer (y luego de inmediato divorciarse) para entrevistar al enajenado, el cabecilla supremo que ya está en los infiernos.

Oriana escribió un libro, una lectura obligada para quienes quieran entender lo que pasa por la mente de esa gente, sobre la condición de la mujer en los países fundamentalistas del Medio Oriente, un drama que ha tocado el fondo de toda perversidad en Afganistán con los talibanes.

De cómo en tiempo de Carter se envenenó un país espléndido y progresista

Antes de la caída del Sha, Irán era un país que rápidamente se modernizaba, donde la mujeres vestían como occidentales, la gente era amable con los visitantes, era un privilegio visitar sus históricas y hermosas ciudades principalmente Isfahan, cantado por Darío ( “...me lo ha contado un persa, llegado de Isfahan...” ), una urbe que contaba en el Medioevo con sistemas para servir agua y evacuar aguas servidas cuando en París, Londres, casi toda Europa las letrinas se vaciaban sobre la calle, lo que dio origen a las recurrentes pestes, de las que la población se libraba no instalando alcantarillados, sino paseando en procesiones al santo del lugar.

Múnich fue, por cierto, una de las primeras ciudades europeas, si  no la primera, en instalar tuberías para desalojar aguas negras, pero hasta hace cien años la costumbre perduró en la ciudades periféricas de Europa.

Fue el Barón Haussman, bajo Napoleón III, que resolvió el problema en París y, por extensión, de Francia y toda Europa.

Isfahan nos queda en el recuerdo como una de las más hermosas e interesantes urbes que hayamos conocido...

En Irán es frecuente que ahorquen gente casi con solo acusarlas, como aquí en nuestro saqueado suelo apresarlos por el solo hecho de “caerle mal al cuilio de la cuadra”. De allí que sea frecuente, como en el Medioevo, dejar los cadáveres colgados de una grúa en calles y plazas por unos días, para escarnio de los “no obedientes”, de las mujeres que muestren algo de su cabello por llevar indebidamente colocado el velo obligatorio, etcétera.

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Irán Opinión Teocracia Terrorismo

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