"Reducir el número de municipios del país” es la última pretensión de movida del régimen para perpetrar un fraude en las venideras elecciones, dicen abogados y expertos consultados.
Un mecanismo deeste tipo, agregaron, facilitaría la compra de votos y la anulación de votos contrarios, además de caer encima de los pocos recursos que esas poblaciones generan.
La maniobra se suma al “voto exterior”: no es para que los salvadoreños de la diáspora —muchos de los cuales están embobados con la intensa propaganda que el régimen lleva a cabo con fondos públicos— decidan quién será el próximo alcalde en tal o cuál población, sino para sumarlos a los votos del Gran San Salvador, con lo que se garantiza el control de la legislatura.
Un primer paso se dio cuando el régimen concentró en “la DOM” los recursos del FODES para embolsarse gran parte de ellos y dejar en crisis ahora a las alcaldías, de la misma manera como se prepara el saqueo de los fondos de pensiones, con las gravísimas consecuencias que esto acarreará a las personas que por uno u otro motivo no pueden seguir trabajando o sufran una discapacidad.
Que Pedro, el carpintero del pueblo Y, o Juan, que trabaja como albañil en X, se mueran de hambre al no poder seguir ejerciendo sus respectivos oficios, no desvela ni un segundo al bukelismo y a sus allegados: lo importante es que el monarca y su cohorte estén bien, más o menos como pensaron Luis XVI y María Antonieta antes de la Toma de la Bastilla…
A lo anterior se agrega el hecho de que integrar municipios forzosamente va a generar conflictos entre las distintas comunidades: ¿quién va a ejercer como alcalde, quiénes seguirán empleados en el municipio, cómo van a administrarse los pocos recursos al alcance del “nuevo municipio”, cómo van a manejarse servicios esenciales como administrar los mercados, remover la basura o cuidar del cementerio?
Quiénes van a decidir, de darse encontrones entre unos y otros, lo que no es remoto de que suceda, como también es posible que los líderes naturales de esas comunidades puedan ponerse de acuerdo para evitar problemas.
Lo normal en un país regido por leyes y personas más o menos sensatas es que esos procesos, de producirse, se solucionen pacíficamente, dando tiempo al tiempo. Pero cuando hay cambios sorpresivos, no consultados, decididos “a la diabla” y con el propósito, no de beneficiar a las comunidades. sino de embolsarse una sustancial parte de los recursos que generan, el resultado con gran probabilidad será caótico.
¿Quiénes pagarán la enorme deuda? Serán todos los pobladores…
Como venimos señalando, al mismo tiempo que el régimen cae encima de los fondos del FODES, de las pensiones, ahora de los recursos que puedan generar comunidades empobrecidas, extorsionadas, sigue “en el misterio” dónde están las enormes cantidades de dinero que el régimen viene recibiendo, lo que resulta en un enorme endeudamiento, mucho mayor del que durante los previos tres corruptos regímenes acumularon, una suma, la robada en ese periodo, que en conjunto ronda los mil millones de dólares. Pero el salto hacia la “estratosfera” de los siete mil millones de dólares que se calculan sobrepasa todo lo antes visto.
¿A quiénes tocará pagar esa deuda? Fuera de los nul pensantes a quienes les dan día a día con el dedo su dosis de atol cocinado con mentiras y que deben de pensar que el dinero crece en los árboles, que es creado de la nada, los que aún piensan, reflexionan, hacen números y siguen creyendo en su país, saben sobre quiénes caerá el peso de la deuda: sobre nosotros mismos, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, por muchas generaciones por delante…
El riesgo es que el desastre sea de tal magnitud, como las señales indican, que este país pase verdaderas penurias para sobrevivir, pero, a Dios gracias, gente que produce, que trabaja, que intercambia, que piensa, siempre la hay…