Óscar Gallegos, paciente psiquiátrico que fue detenido en las redadas indiscriminadas que hace la soldadesca por orden del bukelismo, murió de una paliza que le propinaron en la cárcel donde estaba recluido. Este acto de barbarie indica un hecho: los que verdaderamente deben de sufrir de problemas psiquiátricos son los carceleros, que llevan a mezclar a personas indefensas con torvos delincuentes, una saña que espanta a toda persona medianamente civilizada.
El asesinato —pues así se califica un homicidio perpetrado tanto por maleantes como por los uniformados que lo propician— provocó otra muerte, la del hermano de Gallegos que, según se dice, se suicidó de la pena moral al conocer lo sucedido.
Otros tres detenidos durante el actual estado de excepción murieron tras ser vapuleados en prisión, ante lo cual el régimen ha guardado silencio, seguramente esperando que todo se olvide.
La mayoría de familias que tienen hijos o hermanos discapacitados en alguna forma los cuidan, les prodigan amor, como fue el caso del expresidente de Francia, Charles de Gaulle, con su nietecita que sufría del síndrome de Down: era muy solícito con ella, por lo que llevaba un medallón en el pecho con el retrato de la criatura, medallón que le salvó la vida al desviar una bala en uno de los varios intentos de asesinarlo.
Las redadas “a la diabla” que se han efectuado, aunadas a la permanente amenaza contra todo grupo no plegado al régimen, evidentemente violan toda norma de un Orden de Leyes, exponiendo a personas que viven en zonas “pobres” a que las capturen aunque lleven consigo el carnet del lugar donde trabajan, como sucedió a un señor que lo mostró al policía que lo detuvo y que por respuesta recibió un “eso a mí no me importa”.
Es el caso de un joven violinista, un productor joven de vídeos, un profesor que quedó detenido cuando fue a preguntar por su hijo a la policía, los cuatro meseros de una cafetería que luego debieron ser liberados pero cuando ya habían exhibidos como delincuentes, sentados en el suelo, esposados y semidesnudos.
Como ha dicho el pastor Mario Vega, está claro que entre los 23,000 capturados hasta ahora hay muchas personas inocentes, cuya vida y trabajo no tienen nada que ver con las bandas criminales, personas que ahora quedan sin empleo, están expuestas a maltratos sin nombre, dejan a sus familias sin apoyo además de quedar con una mancha en su historial porque las fichan.
Para colmo el régimen antagoniza con los Estados Unidos
Los abusos que se cometen han motivado la advertencia de Estados Unidos a sus nacionales: no viajen a El Salvador porque pueden ser capturados sin motivo alguno, advertencia muy seria que debe hacerse a cualquier turista o persona que esté considerando visitar nuestro país, el otrora “País de la Sonrisa” convertido en el del miedo, la persecución sin sentido.
Los romanos, el pueblo que creó las bases de la jurisprudencia universal, seguían el debido proceso y no admitían las capturas por la noche, capturas que con frecuencia llevan a las “desapariciones” de críticos de un régimen, capturas que fueron lo “normal” bajo el genocida Stalin, culpable de la muerte de más de cuarenta millones de personas.
Todo aquel que no ha renunciado a la compasión, a su humanidad, se espanta imaginando la rabia satánica de los carceleros sicópatas contra una persona indefensa...
Es obvio que no habrá ninguna investigación sobre el asesinato de Gallegos, ya que los fiscales y jueces impuestos son parte del esquema de una barbarie que amenaza “a justos y pecadores”.