"Murió en mis brazos" dijo la madre de Juan Saúl Castillo Alberto, un joven albañil prisionero del régimen de excepción, que salió de la cárcel en un extremo estado de desnutrición, como nuestros lectores pueden ver y espantarse, en la fotografía publicada en este Diario. Posteriormente murió.
La imagen trae de inmediato a la memoria los horrores que se perpetraron en Auschwitz, donde a la par de cadáveres de personas que literalmente eran "piel sobre esqueletos" algunos estaban todavía vivos y fueron literalmente resucitados por las fuerzas aliadas que llegaron al lugar, siendo famoso el encuentro de una joven mujer que le dijo al soldado estadounidense que la encontró "yo soy judía", recibiendo como respuesta "yo también lo soy"...
Pese a vaivenes en un inicio, la pareja se mantuvo unida hasta el final de sus días.
En "el país más seguro del mundo" nadie está seguro si por una delación, para llenar una macabra cuota de capturados o porque a alguien "le dio la gana" lo hunden en la cárcel, lo torturan y, literalmente, como en el caso del joven albañil, lo matan de hambre y enfermedades.
El profundo dolor, el vacío angustioso de la madre de Juan Saúl, los recuerdos que tiene cuando el muchacho era un niño pequeño y era mimado y cuidado por la señora son la sombra que llevará hasta el fin de sus días, una tragedia que sacude a toda persona de bien.
Según relata la familia, el joven fue detenido con buena salud y casi dos años después dejado en libertad al ver su grave condición, como para evitar que muriera bajo la custodia del Estado, como ha ocurrido en más de 300 casos y por lo cual ha sido emplazado el régimen salvadoreño ante organismos como Naciones Unidas o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Al momento de su liberación presentaba desnutrición severa, había sufrido un derrame facial, traía un tumor maligno en el oído derecho, ya no podía caminar por sí mismo y no volvió a comer. "En el hospital me dijeron claramente que él ya no tenía cura, que me lo habían dado sólo para que viniera a morir a la casa", dijo una pariente.
Esto deja en evidencia que no hay presupuesto para alimentación ni atención médica y medicinas, pero sí para extravagantes viajes en aviones privados y hoteles para veinte y tantas personas, o compras en residencias del centro de San Salvador o lo que dicte la ocurrencia del día, pues "no les importa que los reos se mueran de hambre", ni los reos ni la mitad de los salvadoreños que han caído en la pobreza desde que el régimen actual asumió.
Auschwitz en nuestro suelo...
Toda muerte causada a indefensos mancha de sangre las manos
El caso del desafortunado joven albañil, cuya muerte y en las circunstancias que tuvo lugar ha sido documentado tanto por el Socorro Jurídico Humanitario como por Cristosal, pues no son "crueldad" como la de algunos salvajes que maltratan animales, sino un repugnante, asqueroso caso de barbarie extrema, de una asombrosa insensibilidad hacia los sentimientos y la situación de otros, indicando que "mientras yo haga lo que me dé la gana", que llueva fuego sobre el resto si es necesario...
El mismo régimen salvadoreño debió liberar por falta de pruebas en su contra a al menos siete mil detenidos durante el estado de excepción, después de mantenerlos en prisión por varios meses o, como en este caso, hasta por años. Para ellos no ha habido una indemnización o una disculpa pública por el daño a sus familias, pérdida de trabajos, la mancha sobre los antecedentes o, como en el caso de Juan Saúl, perder hasta la vida.
Según el Socorro Jurídico, más de 300 reos han corrido el mismo infortunio.
En Machbeth, una de las obras emblemáticas de Shakespeare, en su sonambulismo Lady Machbeth ve sus manos manchadas de sangre y exclama "el agua de todos los océanos no puede lavar esta sangre....".