Un sexagenario detenido en la creciente ola de capturas que viene realizando la soldadesca del régimen murió en la cárcel, pero pese a que el dictamen forense afirma que la causa del deceso fue una “hemorragia cerebral”, la familia ha denunciado que el cuerpo tenía señales de golpes, lo que es “la norma” en las personas que mueren bajo custodia del gobierno.
No queda más que pensar que cualquier protesta, insulto o rebeldía lleva a golpizas, patadas y maltratos en esos infernales recintos, donde lo que priva es la barbarie, la ausencia de toda piedad o consideración hacia los detenidos.
Para la última de las víctimas fatales, el señor Raquel Avelar Avelar, debe de haber sido amargo, terrible, terminar en esa manera, cuando las personas de esa edad esperan un mínimo de respeto y consideración, más cuando sus agresores son individuos relativamente jóvenes a quienes no les asusta manchar sus manos con sangre y, como ha ido sabiéndose, en muchos casos sangre de inocentes.
Pero estando todos bajo un mismo techo, el techo que cubre las ergástulas del régimen, lo urgente es parar esa matanza que lleva ya 64 muertos según la organización Cristosal, así como acabar con la captura de inocentes junto con criminales. Tratándose de vidas humanas todo el esfuerzo debe hacerse para proceder con cautela y en lo posible analizar lo más pronto que se pueda la situación de cada uno de los detenidos, más cuanto esas capturas se hacen literalmente “a la demonia”.
El horror no se detiene ya que las soldadescas del régimen andan capturando gente que se desempeña trabajando en lo suyo, como le ha sucedido a un joven apicultor.
Son vidas de salvadoreños y salvadoreñas las que están expuestas a sufrir los peores vejámenes, pues aunque para muchos “si no debe, no teme”, aquí el principio no vale, como le sucedió a un joven que se sentía libre de culpa pero terminó asesinado en una cárcel.
La soldadesca captura sin criterio; que Dios cuide a esa pobre gente
Eso mismo debe de pensar doña María Tránsito Pineda Hernández, cuya hija y nieta fueron capturadas pese a que la primera trabajaba en una granja mientras la segunda dio a luz en la cárcel contando apenas con 16 años, una edad en la que nadie que no sea formalmente parte de una banda criminal pasa maquinando crímenes, lo que es casi imposible para una jovencita encinta.
Doña María Tránsito vive en el caserío El Limpio, en Ilobasco, desde donde denuncia que cinco de sus parientes ( incluyendo su hija y nieta) han sido capturados pese, afirma, a llevar vidas normales, sin involucrarse en actos delictivos de ninguna naturaleza.
Cuenta la señora María Tránsito que su nieta había salido a comprar un dólar de pupusas, pero unos agentes, que tenían capturado a un joven también la detuvieron a ella, pese a ser menor de edad.
Eran los primeros días del régimen de excepción, en abril, cuando María Tránsito Pineda recibió la mala noticia de que su nieta había sido capturada por la policía.
“Fue a traer un dólar de pupusas cuando le cayó una llamada de un policía: tenían a un muchacho detenido. A mí me vino a avisar una amiga mía, de que se la habían llevado a ella también”, recuerda.
María Tránsito es habitante del caserío El Limpio, en el cantón Santa Lucía, municipio de Ilobasco. En esa comunidad, unas 20 personas han sido arrestadas desde que inició el régimen de excepción, según ella. Pero su nieta no fue la primera capturada por esos días. “Mi nieto, uno de los hijos de mi hija mayor, fue capturado dos días antes de que iniciara esto, asegura.
Ser joven es vez de ser una bendición, en este suelo se ha convertido en una amenaza…