La directora de Socorro Jurídico Humanitario, Ingrid Escobar, ha denunciado el acoso que sufre de parte de agentes policiales del régimen, que se han presentado a su casa supuestamente para preguntar direcciones pero que, según ella, es para asegurarse de dónde vive.
La señora Escobar está siendo respaldada por personas vinculadas a grupos que velan por los derechos humanos y por la seguridad ciudadana, representantes de sindicatos y otros, pues es blanco de escaladas del régimen en perseguir la denuncia pública y defender sus actos, entre ellos el apresamiento del señor Fidel Zavala, quien ha denunciado las torturas que tienen lugar en las cárceles del régimen y, por lo mismo, teme por su vida. El caso de Zavala es "un mensaje" represivo, pues a toda costa y contra las pruebas de descargo en su favor lo han apresado de nuevo y lo mantienen bajo la jurisdicción de un tribunal antimafia, como si fuera parte del crimen organizado.
Lo ocurrido a la señora Escobar es la misma treta con la que fue acosado recientemente el veterano dirigente socialcristiano Rubén Zamora, cuando agentes llegaron a su casa preguntando por una dirección, pero ya adentro de la propiedad querían llevárselo alegando que un tribunal lo requería, 'pero de inmediato su abogado intervino y demostró que ningún juzgado había dado tal orden.
Esto se agrega a la captura del joven candidato a doctorado que sufrió una golpiza dentro de la universidad nacional, que ha sido galardonado por sus investigaciones y que simplemente debió haber sido confinado a su casa mientras se averigua más sobre el incidente, pero en ningún momento encarcelarlo.
Para desgracia de todos los salvadoreños, "meter en la cárcel", no dar cuenta de la situación en que se encuentran, dejar morir a reos culpables o no culpables y cosas todavía peores como es el caso de Alejandro Muyshondt, es la fórmula del régimen de sembrar el terror, como tajantemente lo han denunciado tanto entidades internacionales que velan por los Derechos Humanos y condenan la tortura, como el Cardenal Rosa Chávez.
A lo anterior se suma la grotesca y antijurídica recepción del régimen a grupos de venezolanos a quienes se acusa, sin pruebas, de pertenecer a la banda criminal El Tren de Aragua, pese a que varios de los detenidos ejercían oficios normales y útiles en Estados Unidos como peluquería o servir en restaurantes.
Una señora venezolana reconoció a su hijo en las fotos divulgadas, diciendo que tener tatuajes no es señal de ser delincuente.
El caso de la señora Escobar es especialmente significativo, pues no puede la población quedar en total indefensión ante acusaciones falsas o atropellos sin sentido, como la señora a quien un policía invitó a "tomar un café" y como ella rechazó semejante propuesta, la capturaron a ella y otras dos mujeres, o como la niña que fue violada por un sargentón con la complicidad de sus subalternos en Mizata.
La dictadura pretende espiar sin pausa a toda la gente, hasta a los niños
Mantener el "estado de excepción", que lleva ya tres años de estar vigente, equivale a una licencia que se concede a sí mismo el régimen para continuar perpetrando sus abusos, desde haber anulado los pesos y contrapesos institucionales hasta la última y asombrosa ocurrencia de obligar a médicos, sacerdotes, comunicadores, a quien sea, a revelar lo que la gente, desde sus hijos y conocidos hasta pacientes les dicen, lo que en todo caso es en la inmensa mayoría de casos imposible, a menos que, como en China comunista a los "inquietos" les obliguen a instalar cámaras en sus casas, aparatos que escuchen, lo que en parte fomentaron los castristas con las "orejas" y las denuncias hasta de hijos hacia sus padres.
"El Gran Hermano te vigila", como en el relato de George Orwell...