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Condenan a once años de cárcel al expresidente panameño Martinelli

Panamá ha dado dos sorpresas en los últimos meses: el encarcelamiento de Martinelli es una; la salida “con el rabo entre las patas” de la minera canadiense es la otra, pero todavía falta por investigar quiénes le dieron esa insólita concesión pues obviamente no fue “por su linda cara”.

Por El Diario de Hoy |

Casi once años de cárcel y el pago de una multa de diecinueve millones de dólares han impuesto las autoridades panameñas al expresidente Ricardo Martinelli, quien pretendía presentarse una vez más como candidato a presidente ya que figuraba como uno de los favoritos para ganar la elección.


Pero Panamá no tiene la exclusiva de gente que no mide consecuencias, ya que ésta se encuentra en todos los confines del “mundo mundial”: son la fuerza política que, por ejemplo, apoyó en Guatemala al expresidente Giammattei, que ahora está expuesto a enfrentar la justicia y ha sido sancionado por Estados Unidos por acusaciones de corrupción.


Panamá ha dado dos sorpresas en los últimos meses: el encarcelamiento de Martinelli es una; la salida “con el rabo entre las patas” de la minera canadiense es la otra, pero todavía falta por investigar quiénes le dieron esa insólita concesión pues obviamente no fue “por su linda cara”.


Es obvio que las cárceles panameñas, al igual que las estadounidenses, no disponen de una “celda presidencial” pero con su dinero el reo Martinelli, de setenta y un años, puede formar un grupo que le proteja y que procure conseguirle cosas que normalmente no se encuentran en las cárceles; sin embargo, la condena de once años y considerando su edad puede ser equivalente a una cadena perpetua, pues la humillación es mortal y el hombre puede morir preso, un horror que sufren muchos detenidos en las cárceles salvadoreñas y que aplicó Ortega de Nicaragua a una persona que en su momento lo liberó de la cárcel, el general Hugo Torres.


Alejandro Toledo, el expresidente del Perú ahora condenado por corrupción, pide a los jueces que “no le dejen morir en la cárcel…”.


El historial de Martinelli, según se dice, es el de es de movidas, traiciones, del que no muestra su lado perverso sino que “barre debajo de la alfombra” las suciedades, aunque se cuestiona la forma en que compró la Editorial del Panamá América, en su momento el más importante periódico del país. No obstante, se recuerda que Martinelli fue muy cercano a Funes, el mismo acusado del saqueo de 351 millones de dólares del erario de todos los salvadoreños y que ahora vive plácidamente nacionalizado nicaragüense por el régimen sandinista.


En su momento se informó que los dos hijos de Martinelli fueron condenados a tres años de cárcel en Estados Unidos y que no pueden volver a ese país.


La gente debe aprender a descubrir a los corruptos que esconden fechorías

La opinión pública siempre se termina sobreponiendo a lo ficticio, a los falsos montajes. Sucedió con el caso de la minera canadiense que de ser una especie de morbo del cual nadie hablaba terminó por convertirse en una causa nacional, pues estaba devastando áreas antes protegidas, ya que Panamá es una nación con una riqueza vegetal y de pequeñas especies animales casi sin parangón en el mundo.


El actor estadounidense Leonardo DiCaprio, protagonista en su juventud de la cinta Titanic, fue uno de los abanderados en la lucha contra la minera, una causa que unió a prácticamente todos los panameños.


La corrupción es un flagelo del que no se libra ninguna nación pues, como fueron las tentaciones de los santos a lo largo de los siglos, en una u otra medida y como lo comprueban dos casos en Estados Unidos, el del magistrado Clarence Thomas en la Corte Suprema y del senador Bob Menéndez, sucede más de lo que la gente imagina.


En algunos países los corruptos logran esconder su botín más que en otros; en Europa y Japón, como ejemplo, eso es casi imposible, pues hasta desviar dineros de una campaña política puede conducir a que alguien sea condenado a cárcel aunque sea en su domicilio, como el expresidente Sarkozy…

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