Bukele puede imponer su reelección sobre nuestro país pese a las contundentes prohibiciones constitucionales para hacerlo, pero ninguna nación que sea regida por un Orden de Derecho va a reconocer como legítima tal presidencia, lo que traerá como consecuencia el aislamiento internacional del régimen.
Esto lo expone, asimismo, a ser detenido al salir de nuestras fronteras por las graves violaciones perpetradas durante el régimen de excepción y que día tras día se incrementan.
Es obvio que mientras permanezca dentro de nuestras fronteras posiblemente no corra el riesgo de ser encarcelado, pero al igual que Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela y Putin en Rusia, su propio país es la gran cárcel, un recinto cerrado donde el único contacto son los miembros del círculo íntimo, que en el caso de Nicaragua son individuos de la más baja calaña, como ocurre en este suelo.
Que Estados Unidos por ahora se ciña a una política de “fuerte diplomacia” versus la intervención directa para deponer dictadores y narcotraficantes, como al derrocar a los comunistas que asesinaron al primer ministro granadino Maurice Bishop, al narcotraficante Noriega, al serbio Milosevic, y ahora apoyando a Ucrania para contrarrestar la ofensiva rusa.
En los años 80 y para evitar un descalabro de la guerrilla y solo Dios sabe los motivos, Washington tuvo una misión militar destacada en nuestro suelo, pero en su momento se denunció que se vendió, para nuestra defensa, chatarra de Vietnam como nueva.
Nuestra Constitución no dice que puede ignorarse el mandato de no reelección presidencial inmediata porque alguien alegue que es “popular”, sino que no debe pasar un día más en el cargo al concluir el período, y si lo hace, se expone a ser procesado y encarcelado.
La trayectoria de Bukele como mandatario, pese a su “popularidad”, arroja muchas sombras, entre ellas las siguientes:
-a pesar de la amplia y efectiva campaña de vacunación contra el covid, hubo múltiples denuncias del gremio médico -con todas las amplias credenciales de los denunciantes- de que se manipularon o manejaron con opacidad las verdaderas cifras de las víctimas de la pandemia. Además se descuidaron otras áreas clave del sistema de salud, tan echado a la perdición como demuestra el hecho de que prefirió construir un hospital para perros y no el nuevo Hospital Rosales.
Bajar la intensidad de la vacunacion infantil es uno de los efectos, lo que en el futuro se teme que reflejará en la precaria salud de esas personas al crecer.
-El enorme costo de las campañas propagandísticas, los gastos sin control ni escrutinio ciudadano, la introducción fallida del bitcoin y alocadas y millonarias compras de criptomonedas, todo esto con recursos públicos, es una de las causantes de que la mitad de los salvadoreños haya caído en la pobreza y que el futuro económico de la nación sea sombrío, un estado depresivo que le tocará enfrentar a Bukele antes de finalizar su presidencia, no digamos al entrar en el segundo lapso después de la anunciada e inconstitucional reelección.
El ejemplo de Martínez enseña que los pueblos se hartan de los dictadores
Con el rápido paso del tiempo las cortinas de humo, los “golpes de efecto”, las promesas pierden brillo, pues más y más personas, familias y comunidades se dan cuenta de que no hay nada efectivo en los platos, que los han dejado burlados, lo que presenta la tentación de ser más represivo como sucede en Nicaragua.
El ejemplo histórico que siempre debe tenerse frente a los ojos es lo sucedido cuando el general Martínez buscó ser reelecto la tercera vez…
“Se puede engañar a toda la gente parte del tiempo, a parte de la gente todo el tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo”…