El campeonato de fútbol que se celebra este año en Catar —el gran circo de los tiempos actuales en un mundo que está en su mayoría con menos pan a su alcance— no es un evento obtenido “espontáneamente”, por méritos propios, sino, de acuerdo con Roger Bennett y Tommy Vietor en una nota publicada por CNN, es el resultado de un proceso en el que el dinero del emirato desempeñó un decisivo papel.
Al celebrar el evento y trayendo a memoria cómo los chinos lograron que las olimpiadas se realizaran en su país, no será remoto que los cataríes estén preparados para lograr que los Juegos Olímpicos en un futuro se lleven a cabo en su territorio, suponiendo que “todo hombre tiene su precio”, que hay “ofertas imposibles de rehusar” como dice Don Corleone en la cinta “El Padrino”.
El campeonato mundial atrae la atención de billones de personas, una oportunidad para que el emirato, cuya trayectoria como violador de derechos humanos esenciales es repugnante, logre lavar algo de esa imagen, aprovechándose de que la inmensa mayoría de los aficionados a tal deporte, el más popular en el mundo, no reparan en “pequeñeces” tales como el trato a los trabajadores extranjeros contratados, a la subordinación de la mujer a reglas disparatadas como la imposición de trapos (los “velos” o “shayla” islámicos) sobre su cabeza, la criminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo.
Después que Francia dio su visto bueno para que Catar fuera el escenario del próximo campeonato mundial, esa pequeña península rica en gas y petróleo puso en marcha todo el aparataje para hacer del mismo un éxito publicitario. ¿Cuáles fueron las razones por las cuales Francia fue “seducida” por los cataríes?
Veamos: un grupo financiero catarí compró el equipo de fútbol Paris-SaintGermain, además de invertir dinero en varias empresas francesas. Y para coronar “la seducción” los cataríes contrataron al hijo de Michael Platini, quien en su momento dirigió la Asociación Europea de Fútbol.
En todo el Medio Oriente se violan derechos humanos fundamentales
Los cataríes están afanados en toda clase de meneos para esconder las graves violaciones a derechos humanos esenciales que perpetran, entre ellos la muerte de trabajadores extranjeros —desde filipinos hasta malayos y vietnamitas— por tener que trabajar sin horario en el infernal calor, en parte para preparar los escenarios donde se efectuara el evento.
Varias asociaciones escandinavas piden a sus connacionales que contemplan asistir a los juegos, que lleven camisetas con la frase “derechos humanos” estampada.
Los cataríes, por su parte, no dejan sus restricciones: las mujeres que visiten los juegos deben cumplir con las limitaciones, mientras los equipos que asistan para hacer videos o fotografías no pueden “andar por allí”, en el emirato, sino que están obligados a quedarse en los espacios designados.
En todo el Medio Oriente las violaciones a los derechos humanos, el maltrato a los trabajadores extranjeros, las exigencias sobre la mujer (que no puede viajar al exterior, casarse o estudiar sin el permiso de los hombres de su familia), repugnan a toda persona civilizada…
Sólo hay que ver la brutal represión sobre las protestas de mujeres contra el velo en Irán, motivo por el cual un despacho de abogados españoles está pidiendo a FIFA que excluya a esa teocracia del Mundial.