La agencia de meteorólogos de Naciones Unidas declaró la semana anterior el inicio del fenómeno de El Niño y sus sequías, a lo cual se agrega en nuestra tierra una canícula anunciada por los técnicos de Medio Ambiente.
Según el organismo, El Niño ha comenzado en el Pacífico tropical por primera vez en siete años, lo cual ha traído un aumento de las temperaturas globales y un irregular invierno en el caso nuestro.
De hecho, el martes 11 de julio de 2023 fue el día más caluroso registrado en la época moderna en el planeta Tierra según diversas entidades internacionales que monitorean el clima. Al día siguiente ocurrió otro tanto y se teme que la temperatura siga en ascenso hasta mediados de agosto.
“La aparición de El Niño aumentará considerablemente la probabilidad de que se batan récords de temperatura y de que se desencadene un calor más extremo en muchas partes del mundo y en el océano”, dijo el secretario general del Organismo Mundial de Meteorología, Petteri Taalas, por lo cual “los gobiernos de todo el mundo deben tomar medidas para limitar las repercusiones en nuestra salud, nuestros ecosistemas y nuestras economías”.
En los últimos días, en El Salvador ha habido sistemas tropicales que han propiciado tormentas y lluvias intensas en algunos momentos, pero también ha sido evidente que algunas se han disipado.
Según los técnicos, en junio hubo un acumulado de lluvias de 238 milímetros cúbicos, cuando el año anterior andaba por los 312, todo lo cual trae consecuencias en la producción agrícola y de alimentos, en la generación de energía y en las diversas actividades del país.
Este es uno de los momentos en que se tiene que aprovechar cada lluvia que se cuele, el agua se tiene saber almacenar y no desperdiciar ni una gota, tanto en los grandes embalses como entre las familias de agricultores, sobre todo tomando en cuenta que hay un déficit de ocho millones de quintales de granos, de acuerdo con gremios agrarios.
Saber almacenar y no desperdiciar el agua que nos regala el cielo
Comencemos recordando la casa romana tradicional: el agua de los techos caía sobre un colector colocado en medio del patio de las viviendas, desde donde pasaba a tanques subterráneos. El sistema se siguió usando hasta nuestros días, la mejor solución antes de la introducción de tuberías y tanques de almacenamiento para suplir a una comunidad entera.
Pero igual lo pueden emplear finqueros: un amigo recolecta agua durante el invierno que luego utiliza en los meses secos, valiéndose de tuberías que llevan el agua que cae sobre los techos a tanques vecinos. En Nueva York, en medio del Parque Central, a la vista de todos, hay una imponente laguna que sirve de reserva a la ciudad. Igual con los “pantanos” de España, que son embalses utilizados para recoger y almacenar agua, durante los meses húmedos, la que luego se aprovecha en los meses secos. El agua del invierno se coloca en una especie de “cuenta bancaria” acuosa, de la que se hacen retiros más tarde. No es ningún misterio, ninguna ciencia arcana resolver una necesidad elemental: contar con agua para todos los usos.
Nuestro fundador, don Napoleón Viera Altamirano, recurrió a los embalses en repetidas ocasiones en las pocas propiedades rurales que tuvo: se fabricaba una tapada en un río y la naturaleza hacía el resto de la faena. Formar “embalses, reservorios, pozas, lagunetas y estanques” puede ser la gran contribución de los alcaldes electos para sus comunidades, considerando, como hemos señalado, la absoluta esterilidad en ideas que sus antecesores mostraron.
Al hacerlo, adelantan una importante solución al problema del agua y dotan a sus municipios de agua, sitios de diversión, criaderos de peces, humedad para sembrados y abrevaderos. No echen en saco roto la sugerencia.