Como “terrorista” calificó un diputado a Bryan Avelar, periodista profesional, quien para no estar expuesto a ser capturado por la dictadura se mudó a México, país que acoge a perseguidos políticos.
Considerando quien lo dice, el diputado quizá tenga razón: nada aterroriza más a dictadores, corruptos y tal clase de indeseables, que los periodistas, los ciudadanos que cuestionan, los grupos cívicos que señalan abusos y violaciones a la ley.
Ortega, de Nicaragua, tiene terror de los sacerdotes que denuncian sus continuos atropellos, como el guatemalteco Giammattei le tiene terror a José Rubén Zamora, director de “El Periódico”, a quien ha encarcelado esgrimiendo la acusación de “lavado”.
El diputado de marras defiende su sucia mamandurria, por lo que ataca a quien denuncia, señala y expone, en igual forma como el asesino y criminal de guerra Putin amenazó a una adolescente rusa por criticar la agresión contra Ucrania.
Cada día “la capacidad de asombro de los que piensan” se rebalsa por maniobras para inculpar a subalternos —y de seguro hasta la señora que les lava las camisas— por las actuaciones de los corruptos: si el ministro tal compra a precios inflados esto o aquello y tal marufiada se vuelve pública, no será dicho “señor” ministro quien será juzgado, sino Juan su contador, Inés la secretaria o María la cocinera.
Lo dispuesto, como mucho de lo decretado por la dictadura, es una patente de corso para robar…
El saqueo ha debilitado los servicios públicos, el suministro de agua potable a la población, el necesario y urgente reemplazo de las tuberías de aguas servidas y lluvia bajo nuestras calles, en gran parte dañadas por los continuos cambios de rutas que un individuo de apellido García ordenó cuando fue viceministro de Transporte y que en parte causaron que una enorme cárcava se abriera en la Tutunichapa, la calle que conduce a los juzgados.
García cobraba en contantes y sonantes cinco dólares como pago por un “un examen sicológico” para extender una licencia de conducir, algo similar a los “donativos” que exigía “Coche Bomba” a quienes buscaban servicios especiales en Nueva San Salvador…
Lo que roban son los dineros que se pagan en impuestos
El robo conduce a utilizar materiales de segunda en la edificación de edificios públicos y diversas obras, como debe de haber agravado los terribles daños en la zona afectada por un fuerte terremoto en Turquía y Siria, donde edificios enteros se desplomaron matando a sus residentes.
Lo que se roba, la única fuente real de los ingresos estatales, son los impuestos de la gente, dinero que con sacrificios, mucha capacidad para generar riqueza y, por lo mismo, empleos, lo que se recauda en las compras de bienes y servicios incluyendo alimentos.
El saqueo afecta el precio de las tortillas, lo que la gente necesita para tener un techo, curarse, educar a sus niños. El saqueo explica el motivo por el cual la reconstrucción del Hospital Rosales no se lleva a cabo, lo que contrasta con el supuesto y más que seguramente imaginario costo del “Hospital El Salvador” de sesenta millones de dólares.
La corrupción es el equivalente de la polilla que carcome edificios y bosques, del plástico que está anegando ríos, lagos y mares, de la droga que lleva a tantos a su perdición…