Más de 600 familias de la zona rural del distrito de Santa Tecla piden que la construcción de la nueva Escuela Militar no afecte el el tanque de agua potable de donde se abastecen.
El tanque está ubicado en una zona estratégica con la que distribuye el agua a 12 zonas del cantón por sistema de gravedad y no hay otro espacio que les permita este método, según exponen.
Pero esto es consecuencia de la demolición de la Escuela Militar en Ciudad Merliot, que tenía al menos 25 años en ese lugar, para construir un estadio “donado” por China, el equivalente de un “elefante blanco” sobre la Avenida Jerusalén, que de por sí es una vía que buena parte del tiempo pasa saturada.
¿Elefante blanco? En la tradición hindú un elefante blanco no podía ponerse a trabajar sino que debía alimentarse, cuidarse, nutrirse por la comunidad que tenía la desgracia de contar con el paquidermo.
Al igual que con la “nueva Biblioteca Nacional”, inaugurada sin bibliotecarios, con toda probabilidad serán chinos los que construyan dicho estadio pero tocará a los salvadoreños darle mantenimiento, limpiarlo, reparar cualquier daño que sufra... todo lo cual requiere mano de obra, insumos y dinero, dinero y más dinero, recursos que no hay para mantener escuelas, centros de salud, vías públicas que están en la lipidia. Sólo hay que ver que el Estadio de la Flor Blanca, al que se ha rebautizado como “Mágico González”, pasa iluminado toda la noche y eso no es gratis.
En este punto es importante aclarar que no estamos en contra de la modernidad y el desarrollo, sino de un mejor uso de los recursos en un país tan empobrecido que ahora se le quitan más fondos a salud y educación. ¿Por qué no se gestionó que China reconstruyera las 5,150 escuelas que prometió el régimen hace dos años? ¿O por qué no utilizan esos dineros en obras más importantes, generación de empleo nacional, capacitación técnica para jóvenes, cobertura del déficit en la producción de granos y alimentos?
“Elefantitos blancos” tenemos de sobra en nuestro país, desde el flamante nuevo “jardín vertical” montado para que algún miembro de los allegados tenga su propia mamandurria, hasta funcionarios de “derechos humanos” que sólo se encargan de negar atropellos y arbitrariedades e intentar lavarles la cara a los agresores.
El “Hospital El Salvador”, instalado donde funcionó la Feria Internacional, vendría a ser otro “elefante blanco” que ningún periodista independiente o médico conocido ha visto por dentro...
Hay suficientes estadios en la capital y su periferia, como el Cuscatlán, el recién reconstruido “Mágico González” o el de las Delicias, en Santa Tecla, para que en ellos se celebren conciertos o se libren los encuentros entre los equipos que se disputan el liderazgo o que luchan para no descender o se esfuerzan para pasar de un nivel bajo a otro superior. Son más que suficientes para los eventos que se realizan, pues los jugadores los conocen, el público está acostumbrado a ellos, no hay que gastar dinero en irse por la Jerusalén a horas pico, lo que implica cambiar rutas de buses en el peor momento.
Circo sin pan
Los chinos andan regalando estadios a los países subdesarrollados o en vías de sub-sub-desarrollo, el equivalente de los espejitos que los conquistadores españoles daban a los indígenas a cambio de oro. Y aparentemente les funciona...
El poeta romano Juvenal acuñó hace dos mil años la frase “pan y circo”, que ahora tendría que reducirse a sólo “circo” dado el alza en la canasta básica que muchas familias a duras penas logran conseguir o tienen que contentarse con lo esencial, con lo que puede llamarse una canasta “medio” básica para personas que difícilmente tienen los recursos para ir a ver juegos a un estadio y menos cuando hay que pagar extra para llegar a uno fuera de la zona metropolitana.