Rectificar errores es de personas sensatas; no hacerlo conduce a continuar en el camino equivocado y, más que eso, sufrir graves consecuencias personales y familiares con el paso del tiempo…
La decisión precipitada del alcalde de San Salvador de sacar del centro urbano las ventas populares de libros usados debe revertirse, pues los libros no son lo mismo que las verduras, las baratijas y lo que usualmente ofrecen ambulantes, sino la mayoría de las veces el sitio por excelencia para recoger sabiduría, excelsas obras poéticas y literarias.
Mientras más libros estén expuestos a los compradores, mayor el beneficio para la gente, más considerando los riesgos y particularmente para los jóvenes, de los teléfonos y las tabletas, que se prestan para engañar incautos y son un grave peligro para niños y menores de edad, expuestos a ser contactados por pervertidos, como una y otra vez sale a la luz.
Lo peor para un jovencito es caer en las “redes sociales”, como una y otra vez se advierte a padres y maestros en Estados Unidos, lo que lleva a muchas familias a no entregar celulares a sus hijos sino educarlos a través de libros, de obras cuyos contenidos pueden revisarse.
Al respecto vamos a citar lo que sobre los autores y sus obras dice nuestro distinguido colaborador Dr. Ricardo Lara en un artículo publicado en este gran Diario:
“El mundo ha sido afortunado al tener escritores que nos han regalado joyas literarias; es quedarse corto si solo mencionamos a Benedetti, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Kundera, Elena Poliatoska y tantísimos escritores que han iluminado al mundo con sus bellísimas obras; sin embargo, es un deber hacer patria al leer a Salarrué, Alberto Masferrer, Claudia Lars, David Escobar Galindo, Alfredo Espino, Arturo Ambrogi, Álvaro Menen Desleal y, por cruda que sea, la obra “Dinero Maldito”, que nos sacuda y nos haga entender cuán proféticas palabras aún siguen vigentes, haciendo que el licor de la cantina haya sido convertido en la adicción a las redes sociales donde la postverdad decide nuestras vidas y ni siquiera hacemos el esfuerzo de hacer patria, investigando. Por eso, quizá sea una manera demasiado audaz invitar a otros a leer un libro o muy arrogante si mejor lo regalamos”.
A esto se suma un hecho de mucha importancia: que ni libros ni periódicos ni revistas impresas son vehículos de noticias falsas, desinformación, campañas perversas, el “fake news” que la inteligencia artificial genera y que conduce a personas, familias, comunidades y países a consecuencias muy graves, a “andar por los cerros de Ubeda” según un viejo dicho español, respecto a las realidades de naciones y del mismo mundo.
Como recién ha dicho nuestra distinguida colaboradora Teresa Guevara de López, las ventas de libros usados no sólo son pequeños depositarios de sabiduría y conocimientos, sino además permiten a estudiantes de bajos ingresos adquirir textos que normalmente estarían fuera de su alcance. Y mientras mayor sea lo expuesto, mayor valor tiene para la comunidad, lo que es distinto a que los vendedores de libros usados los lleven en una carretilla.
Hay que proteger a los niños de lo nocivo en las “redes sociales”.
Ya hemos contado cómo sobre ciertas calles de París, “la Ciudad Luz”, hay instalaciones permanentes de libros, revistas, fotografías y material similar usados, donde es frecuente ver a toda clase de público revisando lo que se expone, comprando e inclusive ofreciendo al vendedor algo que pueda ser de utilidad a otros.
En la medida que lea libros, se informe del pasado de su propio país y del mundo, una nación está más preparada para enfrentar los retos del futuro, para no “cometer” los mismos errores, tropezar una y otra vez con la misma piedra, lo que no hacen los animales que tienen un mejor sentido sobre la realidad.
Y esto lo conseguiremos en libros, siendo abismal la diferencia entre las personas que leen y las que no leen.