Con el riesgo de que sus palabras sean tomadas con burla, sarcasmo o indiferencia, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, llamó al régimen de Bukele a “proteger las libertades civiles vitales, incluida la libertad de prensa, el debido proceso y la libertad de expresión” en el Estado de Excepción que rige y que ha propiciado numerosos abusos de autoridad y por el que la Asamblea ha impuesto una censura y autocensura.
A partir de las reformas aprobadas la semana anterior por los diputados incondicionales al régimen, no sólo los periodistas sino que cualquier ciudadano puede ser encarcelado hasta por 15 años si se considera que ha difundido notas con mensajes pandilleriles o que generen “pánico” a la ciudadanía.
Pero Blinken le recuerda al régimen de Bukele que debe “proteger las libertades civiles vitales, incluida la libertad de prensa, el debido proceso y la libertad de expresión” y que “los periodistas deben tener la libertad de hacer su trabajo sin miedo a la violencia, las amenazas o la detención injusta”.
El jefe de la diplomacia estadounidense considera que las reformas que aprobaron los diputados oficialistas “se prestan a los intentos de censurar a los medios, impedir que se informe sobre corrupción y otros asuntos de interés público y silenciar a los críticos del gobierno salvadoreño”.
Con las reformas, el régimen trata de ocultar los excesos de autoritarismo que hemos contemplado en los últimos días, las capturas violentas en muchos casos de personas que "pasaban por allí", de jóvenes que se dirigían a sus trabajos, hasta de señoras activistas de derechos humanos que son pateadas por un grupo de policías que han perdido la brújula de su misión, que es cuidar a la gente al lado de perseguir al criminal. Todo espanta pues cualquiera, con el menor de los pretextos, puede ser víctima de estos abusos y de cosas peores.
Vecinos del barrio La Parroquia, en Santa Elena, Usulután, reclaman por la captura de un profesor sólo porque llegó a abogar por su hijo. A ello se suman padres que buscan a sus hijos adolescentes, esposas a esposos y a la inversa... la Fiscalía no da razón de nada, dejando a mucha gente aterrada por lo que pueda haber sucedido a sus familiares.
Es el presidente el que se erige como fiscal general y supremo juez para decidir, sin serlo ni tener pruebas y testigos a la vista, que el 99% de los capturados deben quedar detenidos, “con dos tiempos de comida y sin ver la luz del sol”.
No existen justicias por inventarse ni una moral distinta a la cristiana
No existen nuevas justicias por inventarse, pero los embriagados con una imaginaria grandeza propia, los Castro, los Chávez y el más siniestro ejemplo en estos momentos, el criminal de guerra Putin que está arrasando con un país democrático y pacífico, matando niños, transeúntes, pacientes en los hospitales, exhiben en toda su crudeza los extremos de esos mesianismos, de cómo el hombre puede ser el despiadado lobo de sus semejantes.
¿Cuál es el remedio a los desbordes de impiedad, de maltrato, de amenazas sin sentido, de una política ruinosa al corto o mediano plazo para quienes la promueven?
Un caso es el de Juan Orlando Hernández, violador de la Constitución hondureña, que para consolidarse en el poder además de aliarse a bandas de narcotráfico corrompió a muchos en su entorno, desde políticos hasta banqueros, pero que ha terminado en cadenas a la espera de ser extraditado a Nueva York, donde su hermano purga una condena a perpetuidad.
Los gobernantes, se dice, deben respetar la Constitución que juraron acatar y defender, manejar con probidad los recursos públicos, parlamentar, buscar sanos consensos.
Y muy especialmente dar cuenta a la población, que somos todos en El Salvador, de lo que se hace, por qué se hace y cuáles son los resultados, pues eso involucra a toda la gente, a sus destinos y al futuro de ellos y sus hijos.
Cuando no se procede en tal forma, primero llega el engrandecimiento pero luego la caída, el derrumbe, lo que en cualquier momento va a suceder a Ortega y al déspota cubano Díaz Canel. El aguante de la gente tiene sus límites...
El entramado de leyes, tradiciones, de lo que sostiene el quehacer de una nación, siempre está en riesgo de desbaratarse por populistas que anteponen su interés al interés general, que buscan su provecho a costa del bienestar y progreso de la gente, de un pueblo que aspira encajar con el mundo contemporáneo.
Cuando un régimen viola leyes y forja tratos con grupos criminales, casi de inmediato genera más violencia entre la gente, lo que se traduce en el incremento de feminicidios, de irrespeto a los derechos del niño, a la convivencia pacífica.