Ser los ojos y oídos de la población es la función de periodistas e informadores, por lo que su labor debe siempre respetarse, lo que no sucedió hace dos días cuando la fotoperiodista de EL DIARIO DE HOY fue amenazada por un grupo de individuos que repartían paquetes de alimentos “de parte del presidente Bukele” paquetes que estaban dañados y tirados en la calle.
La fotoperiodista regresaba de cubrir un evento cuando vio los paquetes dañados en la calzada. Se acercó y vio que se trataban de los envíos que, pagados por los impuestos de los salvadoreños, estaban tirados.
Cuando se bajó de su vehículo a tomar fotos, unos individuos uniformados, la cercaron, le dijeron que no podía tomar fotos y además le ordenaron que borrara las que había hecho, lo que es una burda forma de censura.
Como suele suceder en nuestro suelo más y más, los sujetos la jalonearon intentando arrebatarle la cámara y le dijeron que de no ceder a lo que le exigían la capturarían, lo que han hecho indiscriminadamente con tantas personas que luego aparecen muertos e inclusive, como lo denuncio la familia de un agricultor, “con la piel pegada a los huesos”.
Nuestra periodista tomó fotos del grupo, abordó su vehículo y regresó a su base en el periódico, literalmente encomendándose al Altísimo de que no fuera a sucederle nada más.
En una manera u otra el régimen amenaza, estorba y persigue a periodistas con la clara intención de cerrar todos los espacios para que la gente se comunique, se informe, opine, analice y debata lo que sucede en este suelo que es de todos los salvadoreños. Espanta que ahora cualquier activista o empleado presidencial se sienta con la impunidad para atropellar a los ciudadanos.
Perdidosos son todos incluyendo al propio régimen, que al “encerrarse” no puede seguir el pulso de lo que piensan y desean desde la “gente de a pie” hasta productores y potenciales inversionistas, que, como las cifras lo indican, revelan que nuestro país es el que menos inversión recibe, pues serán muy pocos los que van a meter dinero donde la población está con miedo, como lo dijo el cardenal Rosa Chávez hace muy poco y consta a cualquiera.
Los recipientes de los paquetes no acaban de entender que son ellos mismos, los pobladores, quienes pagan esos “donativos” vía precios más altos de los combustibles, de los artículos de consumo, del desempleo imperante a lo que se agrega oro hecho: que a causa de estar el país a merced de las ocurrencias del régimen, la mitad de la población ha caído en la pobreza.
Cuando la ley se deroga un país queda a merced de ocurrencias
Hace muy poco se denunció que en parte debido a la nula idoneidad de quienes “rigen” la agricultura y en adición a las compras de cereales a precios inflados a mercaderes de Sinaloa, tenemos un grave faltante de granos, no somos autosuficientes en alimentos.
En un estado que se rige bajo un Orden de Derecho lo que se hace, se propone y se rechaza lo determinan los mecanismos propios de una democracia, que además se nutre de la información que comunicadores y grupos sociales exponen en una forma u otra; al no procederse como las leyes lo determinan se cae en ocurrencias, en lo que al mandatario le pasa por la cabeza, se le antoja, le conviene a sus personales intereses no a lo que surge de la reflexión y la experiencia.
Literalmente la nave estatal va a la deriva, corriendo el grave riesgo de naufragar arrastrando tras sí una nación entera…