Una muy fuerte revuelta popular contra los enloquecidos clérigos musulmanes que hasta el momento controlan Irán está desarrollándose a lo largo y ancho del país, lo que inició después que una joven mujer, Mahsa Amini, fuera asesinada tras ser capturada por la “policía moralista” por mostrar algo de su cabello.
Las mujeres de prácticamente todo el país se han quitado los trapos —el “velo”— que están obligadas a llevar, además de cortarse el pelo y desobedecer abiertamente a los esbirros del régimen.
La reacción de los ayatolas ha sido brutal, emprendiéndola a golpes contra mujeres y hombres que participan en las manifestaciones y que al unísono gritan “¡libertad!”.
En fotos divulgadas internacionalmente se pueden ver esas enormes concentraciones, que literalmente se pierden en el horizonte, lo que ha dado lugar a más asesinatos de mujeres y activistas.
Toda esa sangre, opresión, barreras al desarrollo son el resultado de la decisión del malvado ex-presidente estadounidense Jimmy Carter, que destronó al Sha de Irán para entregar el poder a un grupo de enloquecidos capitaneados por el ayatola Khomeini. Una banda que fomenta el terrorismo en el Medio Oriente y ha jurado “borrar del mapa” a Israel se afana en desarrollar un artefacto atómico para amenazar y extorsionar a sus enemigos y principalmente Arabia Saudita, además de estar suministrando drones al criminal de guerra y envenenador Putin para atacar a Ucrania.
Los iraníes están tras las bandas radicales que operan en el Medio Oriente y que han efectuado ataques a posiciones militares estadounidenses en la región.
El “velo”, al igual que la burka (una vestimenta que cubre el cuerpo de la mujer desde la cabeza a los pies y que los talibanes, otra enloquecida banda, han reimpuesto en Afganistán), es la señal externa del sometimiento femenino, lo que están forzadas a llevar o lo hacen voluntariamente las musulmanas.
“¿Por causa de nuestros pecados?” ¿Y cuando mueren niños?
Pese a la brutal represión, al decomiso de teléfonos celulares a mujeres y hombres para impedir que se comuniquen y organicen, lo muy probable es que los días estén contados para esos criminales en el poder.
Los maestros y maestras de todo Irán mantienen las redes de información funcionando: al igual de lo que sucedió en los países del despanchurrado “bloque socialista de naciones”, un movimiento liberacionista es prácticamente irreversible, como se vio en la sucesión de eventos que condujeron al derrumbe del llamado Muro de Berlín en 1989.
Los dogmatismos son siempre insostenibles en el tiempo, aunque puedan perdurar por siglos, como sucedió con el control social de la Iglesia hasta que la “Ilustración” francesa lo derrumbó.
El arma de control fue, durante todo ese tiempo, el gran invento del infierno: la gente estaba siempre bajo la amenaza de quemarse “por toda la eternidad” si no obedecía, si continuaba “pecando”, lo que mutatis mutandis es el terror con que los clérigos iraníes se han venido imponiendo.
Cuando un horrible terremoto destruyó Lisboa en 1755 y causó 30,000 muertos, una de las peores catástrofes de la que hay información, los tatas curas portugueses enarbolaron de nuevo lo de “nuestros pecados”, pero al haber entre las víctimas tantos niños que no podían “pecar”, el mito se derrumbó: el Marqués del Pombal mandó a torturar a muerte al obispo que proclamaba la patraña y se fijó varios objetivos: enterrar a los muertos, curar y ayudar a los vivos y reconstruir Lisboa con sistemas que aseguraran su resistencia a futuros sismos…