El vil asesinato de Alexei Navalni, del cual medio mundo está responsabilizando a Putin, se suma la amenaza contra varios prominentes políticos de otros países, entre ellos la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, el ministro de Cultura lituano Simonas Kairys y casi doscientas figuras en la periferia de Rusia por borrar, destruir o recomponer lo que durante el estalinismo fue impuesto por las armas.
A este régimen ya se atribuyen también los asesinatos de rusos disidentes refugiados en Inglaterra, como igualmente está tras un opositor que ha tomado refugio, hasta donde se sabe, en Florida, lo que equivale a montar una putinesca red internacional del terror.
Maxim Kuzmínov, el piloto ruso que desertó en agosto para entregarse al ejército ucraniano con el helicóptero que pilotaba, fue asesinado de 12 balazos en España, donde se había ido a residir. Según se informó, el Comité de Instrucción militar ruso abrió una causa por “traición” contra Kuzmínov.
En este punto tampoco se olvida la muerte del jefe de los mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, y sus lugartenientes, después que se rebeló contra Putin en junio de 2023. El avión en que viajaban se estrelló en agosto de ese año e igualmente todas las miradas a puntan a Putin.
Hay un siniestro antecedente al respecto: durante algunos años el dictador libio Muammar el Gadafi ordenó asesinar opositores libios refugiados en el exterior, empleando en algunos casos paraguas con una punta envenenada que introducían por la espalda cuando las víctimas menos lo esperaban. Los servicios secretos libios fueron señalados de estallar un avión con 270 pasajeros en Escocia, en 1988.
Después de varios atentados de esta naturaleza la aviación norteamericana atacó el cuartel y la residencia de Gadafi, causando varias muertes incluyendo a familares cercanos, operación exitosa pues cesaron de inmediato los atentados en el exterior. Gadafi murió linchado en una revuelta en su contra en 2011.
Al paranoico criminal Putin puede preguntarse, como hizo Cicerón hace dos mil años al romano Catilina que estaba conjurando contra la República, “¿hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia?”, ya que literalmente está preparándose para eliminar en una manera u otra a altos funcionarios de países democráticos.
Las dictaduras en una medida u otra atropellan, encarcelan, torturan y asesinan a opositores, siendo usual que los condenen a largas penas de cárcel, como es el caso en Cuba, donde por hablar contra el régimen sentencian a quince, veinte, veinticinco años de presidio. Putin acusó a Navalni de cargos literalmente inventados, condenándolo a una pena de diecinueve años, como dicen los líderes europeos, un “asesinato lento”.
Mientras estuvo en la cárcel y antes que lo envenenaran Navalni fue sicológica y físicamente torturado. Se sabe que en el invierno lo sacaban desnudo cuando hacía un frío bajo cero, en el verano lo exponían a picaduras de mosquitos, le pusieron en su celda un loco que pasaba gritando… solo un sicópata como Putin puede maquinar tal clase de infernales escenarios, lo que lleva a la conclusión de que es imposible pensar que pueda lograrse una salida racional a la guerra no provocada contra Ucrania.
Panamá niega salvoconducto a Martinelli para irse a Nicaragua
Contra la dictaduras “las fuertes medidas diplomáticas” solo provocan risa a esos gorilas; Maria Corina Machado ha sido inhabilitada por quince años después de su arrollador triunfo popular, lo que no va a alterarse porque Washington ha reimpuesto previas sanciones, que únicamente causan hilaridad a la cúpula de la dictadura venezolana.
El régimen de Ortega no se queda atrás dando asilo a delincuentes y corruptos de la región. Panamá ha negado el salvoconducto para salir hacia Nicaragua al expresidente Martinelli, condenado a casi 11 años de cárcel y una multa de 19 millones de dólares, por lavado de dinero.