“No sea el monaguillo de Putin” le espetó el Papa Francisco a Cirilo, el patriarca a la cabeza de la Iglesia Ortodoxa Rusa, ante lo cual este último respondió que el comentario “no contribuía al entendimiento entre el catolicismo y los ortodoxos”, como si se trata de un asunto de ecumenismo y no de cumplir con mandamientos que todo cristiano debe acatar.
El Pontífice reaccionó así después de que Cirilo justificara durante 20 minutos la invasión de Rusia a Ucrania, durante una conversación que ambos sostuvieron por Zoom.
No deben sacerdotes y prelados, al igual que creyentes de corazón, cerrar los ojos ante la realidad, como no solo es la agresión no provocada del criminal Putin a una nación democrática que está causando un espantoso costo en vidas humanas, tanto de ucranianos como de militares rusos, un horror que amenaza a la misma civilización.
“No matarás, no robarás...” son dos mandamientos esenciales de la doctrina legada a nosotros por Moisés y es parte esencial de las enseñanzas del cristianismo, lo que ningún creyente, ninguna persona con autoestima, sentido de decencia, va a violar ni menos a pisotear, como está procediendo el envenenador Putin al robar cosechas y maquinarias de los ucranianos, un robo que amenaza el sustento de millones de personas, tanto de África como de las naciones del Golfo Pérsico.
Las barbas y todo el atuendo de Cirilo no le revisten de autoridad moral en nada, ya que “no es el hábito el que hace al monje” sino la virtud y la fe lo que valida el hábito.
San Jerónimo, así lo describe la doctrina, estaba desnudo en el desierto alimentándose con el pan que le llevaba un cuervo y protegido por un león, pero su ejemplo y su fe cimentaron la santa iglesia de los venideros siglos, no la torcida de los oscuros papados que sometían a quienes consideraban sus enemigos a espantosas torturas, incluyendo quemarlos vivos, un horror peor que la crucifixión de Nuestro Señor.
No hay que valerse del hábito como un modus vivendi, como la licencia para servirse a sí mismo y no servir a Dios y al hombre; si se visten los hábitos y ornamentos hay que honrarlos, no enclaustrarse, pasar por la vida sin pena ni gloria, se trate de curas, obispos, nuncios...
Literalmente un prelado que no cumpla con su misión de guiar por el buen camino a su rebaño no solo no cumple con los votos que hizo al recibir su investidura, sino que ocupa el lugar de otros que están preparados para hacer el bien, proteger a los débiles y contribuir a que niños y jóvenes se preparen para llevar vidas honestas.
El mundo se ha unido a Ucrania pero olvida otras tragedias
El monaguillo del criminal Putin, un envenenador serial como lo fue Catalina de Medicis al fungir como reina de Francia y que llegó al extremo de envenenar a dos de sus hijos, cierra los ojos ante el creciente desastre de la economía rusa, el padecimiento de los cientos de miles de personas que están perdiendo sus empleos y, por lo mismo, su sustento, las amenazas de extender la guerra y de usar artefactos atómicos, todo lo cual es no solo anticristiano sino que desataría sobre la humanidad el espectro de los Cuatro Jinetes de Apocalipsis —hambre, pestes, muerte y guerras—, lo que indistintamente cae como una maldición sobre justos y pecadores.
Las guerras, la violencia desenfrenada son resultado de la complacencia, de no actuar para erradicarlas.
El mundo se ha unido para apoyar a Ucrania en su lucha contra el demente de Putin, pero olvida lo que acontece en Nicaragua, en Cuba, en nuestro El Salvador...