La no provocada y brutal agresión a Ucrania que el criminal de guerra y asesino serial Putin imaginó duraría dos semanas cumplió dos años el sábado 24, una guerra que prácticamente liquidó casi el 87 por ciento del ejército ruso y le ha costado más de cien mil millones de dólares al año, además de acabar con el mito de Rusia como una superpotencia.
Las previas sanciones, a lo que hay que agregar las que van a imponerse a raíz del asesinato primero de Pregozhin y luego del opositor Alexei Navalni, serán una pesada carga sobre la población, que más temprano que tarde va a medir las consecuencias del paso del monstruo por el poder, asesino además de cleptómano, que se dice ha amasado una de las fortunas más grandes del mundo calculada en más de 200 mil millones de dólares.
El sicópata imaginó que la historia lo recordaría como el hombre que engrandeció y enriqueció a Rusia, un nuevo Pedro el Grande, pero lo que va a perdurar es su imagen de asesino y torturador, causas por las que la Corte Internacional de Justicia de La Haya lo ha indiciado a raíz de los crímenes perpetrados.
Nadie en su sano juicio quiere dejar una negativa memoria tras sí, sino que se esfuerza para que se le recuerde por sus buenos hechos, su prudencia, su lealtad con su familia y sus amigos, como un apreciado miembro de su comunidad y de las personas a quienes trató.
Por el contrario, es triste que alguien deje tras sí un reguero de violencia y matonería, malos actos, de imposiciones y falsedades, de crueldad calculada, de torturador y saqueador, pues todo eso ensucia a su familia y a quienes lo rodean o fueron vinculados con él, siendo el personaje de Yago del drama de Shakespeare, Otelo, el sicópata que se regocija de ser un malvado, una personificación del satanismo.
El buen cristiano comparte el dolor de los que sufren, son torturados, de aquellos a quienes les roban o usurpan sus bienes. Las buenas personas que contemplan los instrumentos de tortura con que la “santa”, malvada, Inquisición extraía confesiones al igual que lo que nazis aplicaban a sus víctimas en los campos de exterminio, se sienten hermanadas en el dolor, como si fueran ellas las víctimas.
La historia recoge tanto actos de crueldad suprema como de buenas acciones, lo que mereció la beatificación de muchos.
Trump amenaza con “la más grande deportación de la historia”
Nuestra época, nuestras democracias bajo permanente asedio por criminales, son producto de lo esencial del cristianismo, de lo que protege y potencia la libertad y la razón, de aplicar el principio de amaos los unos a los otros, de ser tolerantes y caritativos.
Cada uno debe ser, cuando la ocasión se presenta inesperadamente, un Buen Samaritano, socorrer a quienes se ven en duras dificultades si es que estamos con la posibilidad de hacerlo, a lo que se suma el sonreír frente a quienes insultan o desdeñan.
En esto, ser tolerante, no rechazar creencias o posturas ajenas, es un deber ético, lo que contrasta con lo anunciado por el mesiánico político Donald Trump, a cuyas bajezas y pecados se agrega la amenaza de hacer “la más grande deportación de inmigrantes ilegales”, lo que no incluye a familiares suyos que lo fueron…