Al lanzar la no provocada invasión a Ucrania, que en la mente del criminal de guerra Vladimir Putin en dos semanas iba a ocupar Kiev e incorporar el país a Rusia como parte de su territorio —están para cumplirse dos años de la vil agresión—, se informa que Rusia ha perdido casi el noventa por ciento de sus tropas, el ochenta por ciento de sus tanques y vehículos blindados, el buque insignia de la flota y otros buques de guerra, a lo que se suman los ataque con drones a objetivos militares dentro de Rusia.
En diciembre, Putin aseguró a los altos mandos militares que “el gobierno va a suministrar lo que pida el ejército”, agregando que “no se tienen problemas de financiamiento”.
Pero tales problemas sí los hay y graves, ya que ningún grupo financiero externo va a prestar dinero a Rusia, que se ha visto forzada a confiscar parte de los bienes de jerarcas y millonarios rusos para continuar con la agresión, a lo que se suma que muchos rusos son reclutados por la fuerza en las propias calles de las ciudades, llegándose al extremo de estar indoctrinando a jóvenes estudiantes para ser futuros soldados y no seguir sus inclinaciones para desempeñarse como científicos, artistas, funcionarios.
Según informes del Gobierno de Estados Unidos, Rusia presupuestó a finales del año anterior el equivalente a 101,000 millones de dólares para el gasto militar, casi tres veces lo que gastó en defensa en 2021, antes de su invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, informó la cadena CNN. Sin embargo, se cree que realmente esa es sólo la tercera parte de lo que realmente está gastando.
Citado por CNN, Richard Connolly, especialista en la economía rusa del Real Instituto de Servicios Unidos para Estudios de Defensa y Seguridad, también sugiere que el gasto militar de este año superará con creces los $ 100,000 millones.
El drenaje de soldados y ofíciales ha llevado a que se recluten personas sin trabajo en Nepal y otros países, lo que ha causado que nepaleses que han vuelto vivos del frente narren escenas de horror, lo que siempre se da cuando cualquier persona descubre que ha sido utilizada como “carne de cañón”, vidas que pueden sacrificarse sin remordimiento alguno de parte de esa clase de monstruos.
El pueblo ruso está pagando el precio de sostener a Putin en el poder
Putin está para cumplir su promesa con los militares, pero ha fallado en lo interno, ya que ofreció a la población que sus niveles de vida, su capacidad de compra, no iban a ser afectados.
Generalmente y como ha sucedido en muchos países que se ven envueltos en una guerra, se pide a la población que “se apriete el cincho”, que sacrifique algo de su consumo para sostener el esfuerzo, como fue el caso en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial: las personas no movilizadas, los padres, abuelos e hijos pequeños de los soldados, contribuían en la manera que pudieran para sostener a su país.
Pero a medida que vuelven a Rusia ataúdes con los cuerpos de quienes murieron en el frente y lisiados, más y más gente en Rusia debe de preguntarse si vale la pena continuar apoyando la causa de un demente.
A lo que se ha llegado lo demuestra el caso de una rusa que se hizo ciudadana estadounidense y que, en California, donó 51 dólares para Ucrania, regresó a Rusia a ver a sus padres y abuelos pero fue apresada por la soldadesca y condenada a cadena perpetua por “alta traición”. “Alta traición” al criminal de guerra y asesino serial, cuyas dos últimas víctimas relevantes fueron Prigotzin del grupo Wagner y, lo más horrendo, Alexei Navalni, torturado física y sicológicamente durante años y finalmente aniquilado. A ellos se agrega el piloto de helicóptero asesinado en España.