La cofradía de dictadores —lo que para algunos es una hermandad de forajidos como las descritas en las películas sobre el Viejo Oeste estadounidense y las mafias de Chicago— es una grave amenaza para la civilización, pues como una táctica de supervivencia acosan y atacan naciones democráticas, como comprueba la no provocada invasión de Ucrania por el criminal de guerra y asesino serial Putin al igual que la creciente amenaza sobre Taiwán por el cabecilla del Partido Comunista Chino.
Ninguna persona con un mínimo de pudor, de noción sobre el bien y el mal, establece amistad con homicidas, a los que evade en todo momento. Un caso que conocemos, el del individuo que asesinó en un bar de los Planes de Renderos a un hombre muy querido por quienes le conocieron, ilustra el permanente repudio que sufre desde siempre: ninguna persona sensata quiere asociarse con él, lo que le lleva a buscar acercamientos con extranjeros desconocedores de su pasado.
Pero el dictador chino no tiene ningún problema de cacarear los “inquebrantables lazos de amistad” con el agresor ruso de Ucrania, que desde siempre elimina a opositores, sea envenenándolos, defenestrándolos o encarcelándolos acusados de falsos cargos, como el criminal de Bielorrusia, Lukashenko, pocas horas después de volver de una visita oficial a Pekín encarceló al Premio de la Paz, Ales Bialiatski, acusándolo de “contrabando”. ¿Contrabando de principios morales, de ideas que encajan con lo que es norma en toda nación libre, de lo que es racional y honesto?
Los forajidos se buscan entre sí, como fue el caso de los secuestradores en nuestro suelo, que llegaron al punto de intercambiar a sus víctimas. Uno de ellos, apodado “Ejote”, según se informa, ha puesto “los pies en polvorosa” para responder por otros crímenes igual de atroces.
“Poner los pies en polvorosa”, una vieja expresión española que describe los polvorientos caminos de antaño, antes de ser empedrados como hicieron los antiguos romanos, hace más de veinte siglos, con las carreteras que enlazaban todas las regiones del imperio.
“El agua de todos los océanos”, escribió Shakespeare, “no lava la sangre de las manos de asesinos”, como en el caso del joven con epilepsia y discapacidad asesinado en los campos de la muerte del régimen, una persona que por su condición mental era incapaz de hacerle mal a nadie, según expresaron sus familiares al recibir su cuerpo.
El Diario de Hoy publicó la súplica de la madre para que soltaran al muchacho, pero todo fue en vano ya que la política del régimen se resume en la frase que el Dante colocó a la entrada del infierno: “Vosotros que entráis, abandonad toda esperanza…”.
Marx estaba vivo cuando Menger demostró lo falso de su doctrina
Las personas que en China “desaparecen” no dejan rastro, aunque se trate de exmiembros del Partido Comunista, disidentes, grandes empresarios.
Que exista, en nuestros tiempos, una gran y poderosa nación cuyo único partido se proclama “comunista” y aunque en muchos campos aplique las reglas del mercado y la competencia, es una incongruencia, pues cuando Carlos Marx aún estaba vivo el economista austriaco Carl Menger demostró la falsedad de los principios sobre los cuales se basa el marxismo, especialmente en sus elucubraciones sobre el valor de un bien.
Marx murió y está enterrado en Londres, pero en la ciudad donde nació, Tréveris, sobre el río Mosela en Alemania, se exhibe el sillón donde estiró la pata…