Alrededor de mil soldados rusos mueren diariamente en el frente de batalla de Ucrania, de acuerdo con cálculos de servicios de inteligencia occidentales, un horror que solo desquiciados mentales consideran como “el precio necesario” para apoyar sus ambiciones de poder.
Es tal la sed de sangre y violencia que tiene Putin que ordenó suspender el cumplimiento por parte de su país del START III o Nuevo START, último tratado de desarme nuclear aún vigente entre Rusia y Estados Unidos, lo cual fue calificado como “un gran error” por el presidente estadounidense, Joe Biden. A Putin no le importan las mortandades que provoque, sólo su deseo de revivir un imperio nefasto y atroz como fue la ex-Unión Soviética y provocar a Occidente.
En estos días el jefe de la diplomacia china está en Moscú para patentizar los fuertes lazos entre ambas dictaduras, esto poco tiempo después de haber recibido, en Pekín, al monstruo que encabeza la teocracia iraní montada a la caída del Sha en 1979.
Los ayatolas iraníes han formado una red de campos de tortura en todo el vasto territorio que controlan, que incluye la ejecución de disidentes indistintamente de quienes son o su desempeño personal, como el campeón de lucha o el atleta que adiestraba a niños sin costo alguno.
¿Es que entre los dictadores se pasan información sobre cómo someter a sus pueblos, incluyendo los métodos más eficaces para envenenar a opositores después de torturarlos?
Día a día y a raíz de las pesquisas alrededor de los globos espías descubiertos sobre Estados Unidos y Canadá, ha salido a luz el entramado de puestos policiales que los chinos sostienen en cerca de cien países en el mundo, una mayoría encubiertos como restaurantes, sedes diplomáticas, centros “culturales”, lo que condujo al gobierno de Países Bajos a expulsar a esos agentes.
Según se ha denunciado, entre sus fechorías está forzar el retorno a China de disidentes que han tomado refugio en otros países, ya sea secuestrándolos o amenazando a sus familias y seres queridos en China.
Lo probable es que al volver esos disidentes se esfumen, que no se vuelva a saber de ellos, como muy recientemente sucedió a un multimillonario chino a quien “se lo tragó la tierra”.
El sicópata Putin, experto en hacer desaparecer o tirar por la ventana a quienes le incomodan, debe de estar intercambiando formas de perseguir y liquidar gente y grupos con los chinos…
El armamentismo daña de raíz el bienestar de pueblos sometidos
Quien parece estar en la mira putinesca es Yevgeni Prigozhin, su “chef”, el más que infame cabecilla del grupo criminal Wagner, quien en una reunión grabada se quejó de no recibir armas y municiones en los últimos días, lo que deja a sus mercenarios, su carne de cañón, con el lomo expuesto al glacial frío que se sufre en Rusia y Ucrania, pues Prigzhin se ha venido perfilando como una “alternativa” al desquiciado.
El imparable armamentismo de los rusos bajo Stalin y ahora Putin, de los chinos bajo Mao y Xi, al igual que las soldadescas en nuestro suelo, cargan sobre el bienestar de la población, su desarrollo, su posibilidad de que el hombre común busque su felicidad y el de su familia, siendo el caso más grotesco el de Corea del Norte, donde la inmensa mayoría de la población pasa hambre para sostener los delirios del monstruo Kim…