Los inmigrantes en Estados Unidos, que según Trump “están arruinando al país”, pueden ser un importante factor de desarrollo si se les ayuda a asentarse y formar sus propias comunidades en lugar de ir a tirarlos indiscriminadamente y al hacerlo muchos se convierten en una lacra o en delincuentes.
Una realidad importante que es que el grueso de la migración hacia el Norte lo compone gente de países con regímenes despóticos, como Venezuela, o incluso de El Salvador, de donde sólo en 2023 salieron 36,800 migrantes a pedir refugio en México, según datos oficiales.
Comunidades de alemanes, japoneses y de otras etnias existen en Brasil al igual que en Chile; Novo Hamburgo es, como su nombre indica, un asentamiento con todas las características teutonas como seguramente sucede con similares grupos humanos, que al unirse desarrollan modos de ser propios de su origen.
Existen, en el enorme espacio de Norteamérica ciudades en virtual abandono que pueden “volver a la vida” si grupos de venezolanos que escapan la tragedia de la narcodictadura o de nicaragüenses y salvadoreños a quienes se les dé la oportunidad de asentarse en paz, lo harían, o se les encarga reconstruir Detroit, otrora el mayor centro automovilístico del mundo arruinado por los sindicatos, los que ahora están volviendo a la brega con toda su malvada ponzoña.
Se dice que el Estado de Texas es tan inmenso y tan diverso que él solo podría sostener la humanidad entera, o al menos antes del cambio climático provocado por tormentas solares tan inmensas que algunas erupciones son más grandes que nuestro planeta, no por las fábricas japonesas “o los eructos de las vacas inglesas”.
Al montar una comunidad con los nacionales de cualquier país, como “todos se conocen” la división del trabajo y la autovigilancia funcionarían como antes de la desorbitada “reorganización” del territorio ordenada por el régimen; siempre el mejor interés de sus miembros contribuye a que las cosas funcionen en forma pacífica aunque como en todo grupo humano una cuota de criminales y pervertidos está al acecho.
Formar nuevas comunidades es una tarea esencial en EE.UU.
Lo esencial, siempre, es echar mano de la razón y de la moral para todo proyecto social, poner en pie las cosas siguiendo lo que indica el buen sentido, el llamado “sentido común”, haciendo el esfuerzo de no dañar a nadie o, como decía un desaparecido amigo nuestro, “que todos estén contentos”.
Todos “estarán contentos” si reciben una buena educación, si tienen “buenas maneras” en su trato con otros, si aprenden a dar siempre las gracias por una gentileza que reciban.
Es claro que si el sistema educativo de El Salvador y a causa del saqueo de sus recursos por el régimen, está al nivel de Camboya y de Paraguay, los que ahora son niños y jóvenes están quedando sin futuro, sin las herramientas para ser independientes, lo que a su vez genera tensiones dentro de las familias, más considerando el alto consumo de alcohol especialmente entre los hombres, lo que está precipitando al país a ser un “Estado fallido” como está sucediendo a muchas naciones del África.
Contribuir a educar a niños en riesgo es una labor noble, un esfuerzo que debemos hacer quienes tenemos la posibilidad de hacerlo.
Crear comunidades “autosostenibles” en Estados Unidos es la fórmula para solucionar problemas tanto allá como acá; por fortuna hay buenos ejemplos como los mencionados.
Lo importante es integrar fuerzas que busquen el bien de todos, que se propongan sacarnos del grave peligro en que nos encontramos…