En una de las aceras de la hermosa avenida de Berlín “Bajo los Olmos” (Unter den Linden ) una placa de vidrio cubre uno de los lugares donde los nazis quemaban libros y todo material impreso que denunciara sus asquerosas posturas…
El vil ataque de un enloquecido de 24 años a Salman Rushdie, el escritor y poeta de origen indio, autor de “Los Versos Satánicos”, una obra sobre las prédicas de Mahoma, ha conmocionado al mundo libre, donde la norma es la tolerancia hacia las posturas y creencias de otros.
Precisamente lo señalamos, no por criticar una religión o el derecho de sus fieles a profesarla, sino por defender el derecho y la razón de la humanidad a expresarse libremente.
La democracia, un fruto del cristianismo, que es hoy en día la esplendorosa conquista de la mayoría de pueblos, se asienta sobre una inequívoca postura: “Estoy contra tus ideas, pero defenderé con todas mis fuerzas tu derecho a exponerlas…”.
La censura, la amenaza a las ideas de otros, perseguir con violencia al disidente, al crítico e inclusive a quienes expresan dudas, es un grave obstáculo al avance de la civilización, pues anula opciones, impide explorar nuevos campos del saber.
Los eventos que llevaron a la grave agresión de Rushdie se remontan a Irán y la “Fatwa”, condena a muerte de Rushdie decretada por el ayatola Khomeini, que deja tras sí un reguero de sangre inocente, a saber:
—los traductores de la obra al danés, italiano e inglés fueron asesinados, al tiempo que bombas destruyeron librerías donde se vendían “Los versos satánicos”;
—un incidente no relacionado con Rushdie, la publicación de una caricatura en Charlie Hebdo, una publicación humorística francesa, condujo a que dos terroristas ametrallaran a varios miembros de la redacción, un hecho que provocó la condena mundial;
—la causa inmediata del ataque a Rushdie fueron las prédicas de un ex-embajador de Irán en Estados Unidos, un individuo culpable de una masacre en su país de origen que costó la vida a más de cinco mil iraníes pero a quien Oberlin College, de Ohio, le ofreció una posición como “Profesor de la Paz”.
Mesianismo y teocracias propician la agresión al pensamiento ajeno
Hasta el momento en que escribimos esta nota, las autoridades de Oberlin no han externado posición sobre el asunto y tener como miembro de un cuerpo académico a un enemigo de la libre expresión, que es lo que caracteriza la existencia de tales centros. La persecución de las ideas de otros, imponer censuras, no es exclusiva de determinadas religiones, sino que es el común denominador de todas las dictaduras, como lo evidencian las denuncias de tales violaciones perpetradas por regímenes como el de Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela y Díaz-Canel en Cuba, no digamos la casi absoluta censura prevalente en Corea del Norte, Rusia y China.
Entidades internacionales que protegen la libre emisión del pensamiento han denunciado el atropello del régimen de Guatemala al maestro y director de El Periódico, José Rubén Zamora, a quien, como es de rigor en estos casos, acusan de “lavado”, un delito que están usando los dictadores para calumniar y detener a críticos y opositores.
¿Cuál es el origen de la tragedia de Irán, una nación rica en recursos y talento ahora convertida en una enloquecida teocracia?
Todo se remonta a las maquinaciones del expresidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, para derrocar al Sha de Irán, que velaba por el engrandecimiento de su país y donde la población seguía cánones occidentales, pues las mujeres vestían libremente sin los trapos que son obligatorios hoy en día, como nos consta personalmente.
Bajo los auspicios de Carter, un individuo de poca monta refugiado en Francia, como era Khomeini, fue repatriado para entregarle Irán y llevar a ese país a la pesadilla teocrática que vive y la amenaza nuclear que representa.