Los altos impuestos, de la naturaleza que sean, limitan la libertad individual y colectiva, advirtió Margareth Thatcher, que estuvo en sintonía con el expresidente estadounidense Ronald Reagan, quien al reducir los impuestos personales y corporativos en Estados Unidos generó una prosperidad que al día de hoy beneficia al país.
Reagan, en tal sentido, siguió la pauta de John Kennedy, que recortó impuestos pese a que el programa que patrocinó para Hispanoamérica elevó los impuestos, acabó con el aprendizaje como una muy valiosa herramienta para formar niños y jóvenes y condujo a la estatización del ente que manejaba las exportaciones de café, lo cual perjudicó la caficultura. Hasta que se impuso la tal “Alianza para el Progreso” y lo señalamos como ejemplo, nuestro Banco Central tenía accionistas privados que vigilaban lo que los funcionarios estatales hacían, control que se perdió.
Hasta esa nefasta intervención el café salvadoreño se vendía como un producto de calidad a importadores europeos y especialmente a Alemania, pero a partir de entonces nuestro café es “uno más” en el mercado mundial.
Nadie usará mejor su dinero que quien lo genera, uno de los factores esenciales en la Economía de Mercado, lo que choca con el interés de las burocracias en las cuatro latitudes de ser ellas quienes disponen de esa riqueza, generando un monstruo que devora más y más recursos de la población.
El balance entre lo que las personas y familias e inclusive comunidades no pueden hacer por sí mismas, como construir y dar mantenimiento a carreteras, cuidar fronteras, regular el tránsito, sostener fuerzas policiales, etcétera, siempre está sujeto a criterios, debate y hasta decisiones arbitrarias en algunos casos, como cuando un colectivo discute e inclusive lleva a cabo un referendo, siempre quedan dudas de si la decisión fue la mejor o no lo fue.
A lo anterior se debe agregar un hecho muy real: que las burocracias tienden a engrosarse por sí solas, llegando inclusive a “inventar” trámites que se imponen sobre el colectivo, que no tiene más remedio que acatarlos para no exponerse a ser sancionado.
Generalmente las multas se deciden al capricho, más cuando los mecanismos para analizar sus consecuencias no existen, como sucede bajo las dictaduras que por principio suprimen los mecanismos para que en lugar de definirse en foros quedan sujetos a las ocurrencias, a lo que el dictador y su círculo deciden casi tirando monedas al aire.
Las burocracias crecen por sí solas y con frecuencia caen en corrupción
Se da el caso de que un emprendedor, una persona que quiere montar un negocio de la naturaleza que sea, tiene que cumplir trámites para lograr su propósito; en ciertos países las listas son cortas mientras en otros son casi interminables, forzando al interesado de ir de oficina en oficina consiguiendo autorizaciones, lo que con gran frecuencia genera corrupción.
Es frecuente que el interesado y el burócrata almuercen o desayunen juntos y que “sobres” se pasen debajo de la mesa.
De allí el clamor para que exista una “ventanilla única” donde las diversas autorizaciones se extiendan. Incrementar fuentes de producción siempre es de beneficio para todos, pues se genera empleo y bienestar. Por el contrario, al haber incertidumbre, al no existir reglas claras y un orden jurídico confiable, los potenciales inversionistas simplemente se van con su dinero a otra parte, lo que explica el motivo por el cual nuestro país es el que menos inversión atrae en toda Centro-América...