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Siguen arrasando el Centro Histórico, lo que nuestros antepasados legaron

Ya trascendió que también, de la noche a la mañana retiraron el mural de San Romero del aeropuerto internacional, una obra que tiene un valor monetario como todo y un valor histórico profundo para muchos. Lo peor es que los encargados no se sienten obligados a dar ninguna explicación.

Por El Diario de Hoy |

Lo que fue el Centro Histórico sigue siendo demolido por disposición del régimen, sin que hasta el momento se conozca la clase de edificaciones que reemplazarán lo anterior, el nombre de la firma que elaborará y ejecutará las nuevas construcciones, el tiempo que eso va a tomar.

Que Dios proteja a los salvadoreños, ya que las señales que hay —entre ellas la demolición sin decir “agua va” del piso centenario del Palacio Nacional— hacen temer lo peor, pues no apreciar lo que fue un patrimonio cultural del país indica muy pobre criterio, incomprensión de lo que vale y no vale en nuestra tierra.

Nadie debe sorprenderse si el hotel El Palacio es destruido en parte ni si va a indemnizarse a sus dueños, pues la postura obviamente es “como soy dueño de la finca” —la finca que es El Salvador—, “puedo hacer lo que me da la gana, destruir a mi antojo y nadie puede cuestionarme”.

Ya trascendió que también, de la noche a la mañana, retiraron el mural de San Romero que estaba en el aeropuerto internacional, una obra que tiene un valor económico como todo y un valor histórico profundo para muchos. Lo peor es que los encargados no se sienten obligados a dar ninguna explicación.

No comprender, no apreciar la belleza de un piso centenario indica que es muy probable que lo destruido se reemplace con baldosas cursis, rimbombantes y que esas demoliciones sean para asignar a dedo propiedades o festejar algún aniversario del desorden en muchos sentidos en que se encuentra el país.

Son innumerables los inmuebles, caminos, estructuras dañadas que es del caso reponer o reparar, además de las “cinco mil escuelas” que el régimen ofreció reconstruir pero que siguen iguales.

Una nación que aceleradamente ha ido de un modesto segundo lugar a un estancamiento, de allí al empobrecimiento y ahora al sub-sub-desarrollo no solo físico sino institucional, de lo que debe ser un mínimo de elegancia, de piedad hacia los indefensos se trata de quien sea, de menosprecio a la vida humana para caer en una especie de sadismo extremo, choca con las modestas normas de comportamiento social, como es recibir a dignatario extranjeros con una gorra, lo que podría definirse como “cool-bayunquismo”, la postura de quienes no pasaron por una academia.

La prudencia, la compasión, lo racional nada cuentan en estos momentos

El Centro Histórico, que está siendo destrozado porque “alguien” así lo dispone, representa demoler lo que con esfuerzo, echando mano de escasos recursos y fruto de las buenas y patrióticas cabezas del pasado,  es una afrenta a las personas con conciencia moral en este suelo.

Se cuentan historias de quienes, pese a los consejos de sus mayores, cortan la sombra de un cafetal, creyendo que es esos árboles están allí evitando que la “buena luz solar” llegue a los cafetos.

En los siguientes dos o tres años las cosechas son bonancibles, pero a partir de ese momento los cafetos mueren y la bonanza finalizó, como advierte la fábula de Esopo de La gallina de los huevos de oro.

 Destruir lo tradicional, lo que heredamos del esfuerzo de nuestros antepasados (como los majestuosos puentes y otras obras dinamitadas en la guerra de los 80), no solo equivale a despreciar su memoria y su legado, sino a dejar el cafetal sin la sombra protectora, la sombra de la ley, la compasión, lo racional...

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