La destrucción de monumentos, estatuas, pergaminos, papiros y templos a lo largo de los siglos ha sido una constante en todas las latitudes aunque, a Dios gracias, pirámides y templos precolombinos se salvaron de ser arrasados, dado que se dice que los tatascuras de los tiempos posteriores al Descubrimiento de América se dieron a la faena de quemar códices mayas y aztecas por considerarlos “diabólicos”. Por fortuna, algunos, incluyendo los códices de Bremen, se salvaron de la salvajada.
Cuando los rusos invadieron Berlín en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, un filólogo ruso Yuri Knorozov encontró abandonada en la calle un cartapacio con los estudios que un alemán venía realizando sobre las culturas de América Precolombina, lo que de inmediato hizo que el, una vez firmado el armisticio pero antes que Truman y los ingleses ordenaran los salvajes bombardeos sobre las ciudades alemanas, continuara las investigaciones sobre los lenguajes de mayas y aztecas, lo cual le llevó a ser una de las autoridades mundiales, por lo que recibió el reconocimiento de Guatemala y México.
La destrucción de iglesias por los musulmanes, al igual que de templos hindúes para erigir mezquitas, las que luego fueron arrasadas al recuperar India sus territorios y echar fuera a los musulmanes que a su vez formaron los estados de Pakistán, Afganistán y Bangladesh, es otro episodio de las destrucciones sin sentido a lo largo de la Historia.
Los cristianos bajo el liderazgo de Constantino procedieron a destruir muchas de las esculturas romanas, algunas de ellas copias de originales griegos, aunque por fortuna muchas han llegado hasta nuestros días, como los bustos romanos que captan no solo los rasgos físicos de la persona sino su carácter y el espíritu de una época.
Pero como dijo un filósofo presocrático, si los toros hicieran imágenes de sus dioses, estos serían toros...
Tal realidad se refleja en las imágenes de Jesús, nuestro señor, en pinturas, obras de arte occidentales y hasta la mortaja que se venera en Turín: los rasgos son siempre de un hombre occidental de pelo lacio, distintos a como eran los judíos en la época cuando Jesús vino al mundo, rostros más redondos y pelo ligeramente ensortijado, aunque los romanos tenían facciones que hoy en día es el aspecto del europeo común.
Fue a partir de Renacimiento que el artista es libre para crear
La iconoclasia es destruir imágenes de religiones o creencias ajenas a las de quienes por circunstancias históricas, conquistas o un lento cambio se hacen con el poder de una región, llegándose al extremo que ni musulmanes ni judíos permiten la representación de seres vivos, incluyendo vegetación y animales, lo que constituye una forma brutal de censura, una mordaza, una manera retorcida y radical de interpretar las Sagradas Escrituras.
Aunque la representación de santos y de la Sagrada Familia era la norma durante los primeros siglos de la cristiandad, fue Martín Lutero quien expuso la lógica de hacerlo, al decir que si podía en su imaginación imaginar a Jesucristo y santos era natural poder representarlos, lo que condujo “al arte por el arte”, superar lo puramente religioso y poder plasmar en lienzos y murales las visiones internas de los artistas, lo que marca el desarrollo de la pintura y escultura a partir del Renacimiento, el fulgurante momento que nos conduce hasta nuestros días...