La Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (Campo) alertó hace unas semanas de un déficit de granos básicos de 920 mil toneladas para 2025. Solo de maíz las pérdidas ascenderán a 7.2 millones de quintales (720 mil toneladas) por los efectos de las tormentas y una reducción de las áreas cultivables. El Salvador necesita 2.5 millones de toneladas anuales de maíz, frijoles, arroz y sorgo para satisfacer las necesidades de su población.
De acuerdo con la gremial, la actual cosecha estará un 37 por ciento por debajo de la demanda y alcanzará 15.73 millones de quintales (un millón 570 mil toneladas), pero las pérdidas recientes de 188 mil toneladas de maíz y frijol redujeron el pronóstico de un millón 760 mil toneladas.
El hambre acecha a más de la mitad de la población de nuestro país, agravado por las imparables ocurrencias y despojos del régimen bukelista, lo que debe generar un plan tanto nacional como local, de cada comunidad, para dar de comer a la gente y que no sean líneas para servir sopa, que son muy agradables pero que restan nutrientes a la carne y verduras que en ellas se agregue, un recurso que se usó durante la Gran Depresión de Estados Unidos pero que muy poco solucionó.
La panadería Coca de Santa Tecla está haciendo una loable labor al regalar pan a quien tenga hambre, pero obviamente su radio de acción es muy limitado, ya que la inmensa mayoría de personas en el país que requieren asistencia no tienen acceso a tal generosidad.
Tradicionalmente las familias pobres se sostienen comiendo pupusas de maíz, queso y frijol, por lo que facilitar acceso a ese alimento básico o a las "chengas" que los finqueros dan a sus campesinos con un puñado de frijoles y queso son suficientes para pasar el día, por lo que las comunidades deben organizarse para proveerlo a quienes no tienen acceso a la comida.
Hace muchos años un noble español fue nombrado embajador de su país en el nuestro y vivía cerca del campo. Su hijo, un niño entonces, seguía con interés la vida de los campesinos y finqueros, haciendo fila para su "chenga con frijoles y queso", que al día de hoy recuerda y cuando tiene ocasión las hace y come, una persona que no pierde su cariño por nuestro país...
En estos atribulados tiempos cuando el mundo enfrenta dos horribles guerras, la de Ucrania y la de Israel contra las bandas terroristas Hamás y Hezbolá, nuestros corazones y plegarias deben solidarizarse con el sufrimiento de tantos, especialmente por pueblos amenazados de hambrunas como la que azota a Cuba, que literalmente está al final del diabólico experimento castrista llevando a su población a padecer hambre extrema, pese a lo cual los jerarcas rehúsan soltar el poder.
Los torrentes de sangre derramados en Medio Oriente tienen un causante: la teocracia iraní
En igual manera debemos espantarnos con lo que se ha ido descubriendo en Siria a la salida de Al Bashar, a quien el criminal de guerra y asesino serial Putin dio asilo en Rusia.
Las cárceles de Al Bashar eran horribles lugares de tortura, en parte, se ha averiguado, con asesoría de nazis que lograron escapar de los juicios de Nüremberg, una especie de "internacional de la tortura" que inclusive se propaga desde nuestro suelo.
Algunos de los liberados de esas infernales cárceles no recordaban sus nombres ni ubicaban a sus familias, como está sucediendo en la narcodictadura venezolana, enormemente rica por la exportación de heroína y otras drogas.
El horror del Medio Oriente, los torrentes de sangre derramados, de lo que sucede en Israel, las agresiones de los hutíes a los buques mercantes que cruzan el Mar Rojo, tienen un origen: la despiadada dictadura iraní.