La “lluvia” de drones de Irán contra Israel fue más buscando un efecto mediático que para causar víctimas, a diferencia de los ataques con bombas de Israel a objetivos en Palestina o rusos a ciudades de Ucrania, que buscan causar el mayor daño posible.
Para Israel, la ofensiva iraní fue un fracaso, pues el 99 por ciento de los drones y proyectiles fue interceptado por la “Cúpula de Hierro” y la aviación de Jordania, según se informa.
Esto no se debe a los desquiciados ayatolas que están donde están “gracias” al expresidente estadounidense Jimmy “derechos humanos” Carter, sino por otro hecho: que los iraníes enfrentan una creciente rebelión interna y que un misil, de cualquier procedencia, que destruya el centro de operaciones de la Guardia “revolucionaria” (que, usando el símil marxista, es “opio del pueblo” al igual que la otra de “el cambio”), da al traste con esa teocracia.
A pesar de que no lograron golpear significativamente a Israel, los iraníes dicen que se sienten “vengados” y no quieren más problemas.
Prácticamente con la mayoría de estados musulmanes y si consigue Israel un alto al fuego y cesan los indiscriminados ataques a territorios palestinos se puede lograr una convivencia entre musulmanes y judíos, aunque esté sujeta a renovaciones periódicas, convivencia que obtuvo en su momento el líder egipcio Sadat hasta que las satánicas intrigas de Carter echaron todo abajo.
De hecho, los únicos que juran “borrar del mapa” a Israel son los ayatolas y sus hijos, Hezbolá y Hamás, que invocan a un dios que tiene una faceta maligna pues nadie en sus cabales cree que el verdadero Dios pueda alentar odios entre pueblos, un Ser Supremo que pidió “amaos los unos a los otros”, en igual manera como el Buen Samaritano socorrió a un desconocido, súbdito de un pueblo rival.
Nadie nos manda a forjar amistad con malvados, pero eso es distinto a socorrer a una víctima de una catástrofe, como son aquellos que son atropelladas a causa de rastras desembocadas o inundaciones.
Se cuenta que el estalinismo llegó a su fin gracias a un par de médicos judíos que hicieron de lado el Juramento Hipocrático para salvar a millones de seres de la insania estalinista, una insania que le pudre el cerebro al criminal de guerra y asesino serial Putin, reputado ser uno de los hombres más opulentos del mundo.
Narcisistas enloquecidos son plaga en el mundo desde la antigüedad
Putin, Xi Jinping y el desquiciado norcoreano Kim Jong-un son el actual eje del mal, hermanados en sus atrocidades con dictadores y dictadorcillos, entre ellos el cabecilla de la dictadura venezolana, Nicolás Maduro. Para forzar a Maduro a celebrar elecciones libres, el senador Marco Rubio pide “endurecer sanciones”, las que no mueven a ningún déspota del mundo mundial, todos muy, muy, muy enfermos de un narcisismo que ni el propio Narciso mitológico sufrió…
Lo que espanta es que hay “ejes del mal, de lo diabólico” pero no hay fuerzas que en igual forma como se colocan al lado de Israel y de Ucrania, no corren en auxilio de los birmanos ni los etíopes que están siendo forzados a una hambruna por militares que anteponen sus malsanas ambiciones sobre la gente indefensa en su país, como el mundo con horror presenció la hambruna en Biafra, el genocidio de Ruanda o la espantosa arremetida de los jemeres rojos contra Camboya, un pacífico país cuando los franceses ocupaban Indochina.
Si se toma al pie de la letra la Biblia, a pesar de estar tan llena de “fake news”, fue el propio Yavéh quien dio a los israelitas como suya la Tierra Prometida, entre ellos a un niño nacido en Belén y a sus familiares carpinteros y pescadores…