Hace unos días se denunció que el régimen le cayó a otros ciento ocho millones de dólares de los ahorros de pensiones de los trabajadores, que no son dineros "para uso del gobierno", sino recursos para asegurar un retiro confortable para quienes los han acumulado por décadas.Las declaraciones del régimen de que haría una reforma para que cada jubilado gozara de una pensión "digna" fueron un engañabobos.
De ciento ocho millones en ciento ocho y a medida que las consecuencias de los despilfarros cian se vayan sintiendo, no quedará un penique para distribuir a las personas que vayan jubilándose, lo que en el caso de cotizantes con enfermedades crónicas o limitaciones físicas conducirá a cuadros conmovedores, como los que se han venido dando en naciones africanas donde muchísima gente y sus hijos se mueren literalmente de hambre.
Esto se agrega a la liquidación de Insaforp, a meterse en la bolsa los fondos que por ley deben asignarse a las alcaldías del país para sus proyectos comunales, a la disolución de la Orquesta Sinfónica y el Coro Nacional, a haber quitado casi sesenta millones de dólares a Educación...
Cuando finalizó el contrato de cien años con la IRCA, muchos sectores, incluyendo EL DIARIO DE HOY, abogamos para que se renovara, pero el prurito de funcionarios de esa época, para ver lo que podían robar de la compañía, dejó al país sin ferrocarril.
Los ahorros son de los ahorrantes, no de un régimen de turno; los parques son del pueblo, no lotes baldíos.
Los parques públicos de los que apenas hay unos cuantos en el Gran San Salvador después que el régimen prácticamente desmanteló el Parque Zoológico, no son lotes baldíos para construir casas para "la cherada".
Debemos proteger nuestros parques y crear nuevos para la gente
Por fortuna y después que saliera a la luz un oscuro y ambiguo decreto, funcionarios del régimen se apresuraron a jurar y perjurar que no están pensando construir viviendas en el parque Saburo Hirao, donado por el empresario y filántropo japonés que se identificó mucho con nuestro país. El distinguido empresario fue muy claro con su donativo: legaba un parque para esparcimiento de la gente, un gesto más del especial vínculo que Japón tiene con nosotros salvadoreños. Pisotear su legado equivaldría a una afrenta de nuestro país al Japón, además de destruir un bien público para uso de familias, jóvenes, parejas adultas que viven entre paredes y que anhelan poder respirar aire fresco, distraerse un poco.
Hace muchos años un filántropo salvadoreño, don José María Villafañe, legó sus tierras cerca de la capital para que se convirtieran en un parque nacional refugio tanto de la flora como la fauna y solaz de los capitalinos. Pero literalmente los sucesivos regímenes fueron robando poco a poco las tierras, al punto que el soñado parque no existe más, siendo muy pocos quienes recuerdan al benefactor, como sucedió con la fortuna que dejó don Benjamín Bloom para el país pero que el régimen de Osorio robó para pagar la campaña de José María Lemus.