En estos días tanto el presidente Joe Biden como Donald Trump y Ron DeSantis anunciaron que se presentarán como candidatos a la presidencia de Estados Unidos, lo que naturalmente pone en movimiento toda clase de grupos partidarios, al igual que lleva al anuncio de otras candidaturas, como la de varios gobernadores estatales, políticos diversos, así como gente en quien nadie habría imaginado, como Robert Kennedy, hijo del asesinado hermano de John F. Kennedy, un abanderado contra las vacunas y que su misma familia dice que no apoyará.
El exvicepresidente Mike Pence y el exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, consideran postularse, al igual que la exgobernadora de Carolina del Sur y exembajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, cuyos padres fueron inmigrantes al igual que políticos que únicamente cuentan a su favor a sus amigos y familiares.
Pero las elecciones en toda democracia no son como una ruleta donde el ganador puede ser “cualquiera”, sino que se rigen de acuerdo con probabilidades, manipulación de lo que se hace llegar al público y real atractivo para grupos ciudadanos, como sucede con Trump y DeSantis, el autocrático gobernador de Florida.
Trump, que cuenta con el embobado respaldo de muchos republicanos que en una buena parte creen en “la gran mentira” de una elección que fue “robada” y cuyo arrastre popular es similar al de Hitler (racismo, manipulación de hechos, etc., que inventan un enemigo y se postulan como defensores del pueblo frente a tal amenaza), encara un problema familiar: ninguno de sus hijos apoya la candidatura y su esposa, Melania, lo único que desea “es que la dejen en paz”.
Trump le rogó recientemente a Melania que se dejara fotografiar a su lado, pero ella no perdona sus infidelidades, incluyendo la de la actriz porno que se presenta como Stormy Daniels.
El presidente Biden se presenta como candidato pese a los desfavorables números en las encuestas, que reflejan la duda de muchos en el país de que a los ochenta años pueda atender los asuntos y retos de la gran potencia que son los Estados Unidos y que actualmente encara el desafío de la dictadura comunista china, despiadada con sus críticos y adversarios, al igual que la demencial guerra desatada por el criminal y desquiciado Vladimir Putin.
La edad no necesariamente conduce a un deterioro en la capacidad intelectual, como fue el caso de los grandes pensadores judíos del Medioevo, que con el tiempo fueron ganando en profundidad, en su capacidad de análisis, como se dio entre los filósofos griegos y los pensadores y estadistas romanos.
En los últimos cien años únicamente el canciller alemán Konrad Adenauer ejerció hasta muy pasados los ochenta años, pero su excepcional inteligencia, su agudo conocimiento de la política, sus extraordinarias dotes como mediador entre facciones han puesto en una categoría especial su desempeño.
Adenauer murió en abril de 1967 a los 91 años sin visible deterioro en sus facultades mentales.
Tirar basura, mentir, calumniar no define elecciones democráticas
Muchos analistas en Estados Unidos sostienen que las presidencias deben ser de un periodo, no de dos, pues únicamente en tal forma es que hay una renovación de políticas, además de asegurar un más prudente desempeño.
En política, se dice, “todo vale”, por lo que mentir, engañar, inventarse hechos y hasta videos echando mano de la “inteligencia artificial”, la gran amenaza sobre la humanidad como advierte Elon Musk, convive al lado de los análisis serios, el debate racional, las columnas de opinión. “Tirar basura” o inventar hechos es más de países menores que de democracias organizadas…