¿Cuál es la sorpresa cuando el promedio de la PAES (que ya fue desmantelada) era unas décimas encima de 5 para el promedio nacional? ¿Cómo va a ser mayor a 5 si a penas los estudiantes logran ver la mitad del material?
El promedio de días efectivos de aprendizaje. El calendario escolar —según la Ley General de Educación Art. 107— establece el cumplimiento de 200 días mínimos de clase, pero se encontró en un estudio realizado por el Dr. Oscar Picardo, de la UFG, en 2008, que el promedio de días efectivos recibido por los alumnos es más bien cercano a 100, o sea la mitad del número de clases que deberían de recibir. Este hallazgo subraya que los días clase que se posponen y no reciben los niños en su año escolar, el Día del Maestro, el Día del Padre, el Día de la Madre, el “día del perico” y cada día que le roban los diputados al inventarse un nuevo asueto nacional les roban a TODOS los niños de El Salvador —hasta que se paren estas tonterías— preciados días de enseñanza aprendizaje. Aquí la política barata tuerce los resultados de las próximas generaciones.
Los resultados de la educación en El Salvador son trágicos. De cada 10 niños que culminan sexto grado, solo uno de cada cohorte se gradúa de la universidad. Punto. Esos son los datos duros. Perdemos 9 criaturas como país entre sexto grado y los graduados de universidad. De esos 10, sólo 4 se gradúan de bachilleres. Los que logran graduarse de bachilleres son ya los más aventajados, tienen más de 5 años encima del promedio de escolaridad y se les abre un panorama de posibilidades que van desde técnicos hasta ejecutivos.
¿Pero qué les pasa a esos 6 de 10 que no logran ni se acercan a graduarse de bachilleres? Es mucho más del 60% de la población que atraviesa el sistema educativo público, pues la base son los que se gradúan de sexto grado, pero hay miles que ni llegan a ese primer hito.
Es uno de tres caminos:
Un porcentaje arriesga su vida para buscar en Estados Unidos una mejor vida. ¿Cuántos? No sabemos con exactitud, pero sí sabemos que 97,030 salvadoreños fueron “interceptados” en la frontera sur de EE.UU. en el 2021 —un porcentaje grande son “menores no acompañados”—. Se calcula que un número similar logra cruzar la frontera, con lo que el número es de unas doscientas mil personas que año con año tratan de emigrar.
Un segundo porcentaje —la inmensa mayoría varones— son los adolescentes que ingresan a la delincuencia común y al crimen organizado, las pandillas; la edad de ingreso a las pandillas ha sido entre los 13 a los 15 años. Es decididamente falso que entran los “mas tontos” o menos escolarizados: la escolaridad promedio del pandillero es de 7.3 grado con lo cual tiene más estudios que el salvadoreño promedio (según el estudio “El fenómeno de las pandillas en El Salvador”; (2017) Cruz, Rosen, Amaya, Vorobyeva). Ambos datos encajan perfectamente según el estudio: “La nueva cara de las pandillas callejeras:
No nos equivoquemos por un segundo: las pandillas se formaron en la tierra fértil de las familias desintegradas por los millones que emigraron. Puede el gobierno haber “metido” a 64,000 supuestos pandilleros tras las rejas, pero ha creado nuevos “cultivos” al no tener ningún plan para educar y encauzar a los cientos de miles de niños que quedan huérfanos tras la detención indefinida de sus padres pues estos cientos de miles nuevos potenciales delincuentes no tienen ni sus padres ni al Estado, ni programas sociales para evitar el camino inevitable a nuevos, infinitos “brotes”.
El último cohorte de esos 6 de 10 que no emigran y no entran a la delincuencia (y que no logran graduarse de bachilleres) entran a la economía informal y van desde domésticas, carpinteros, albañiles, agricultores, trabajadoras del sexo. Los mejores y más afortunados de los mejores de esta cohorte logran entrenarse como técnicos, pero la realidad de trágicas realidades promedio de ingresos del país está un pelo arriba de los $600 al mes.
La enseñanza-aprendizaje ha retrocedido por el fracaso de la educación pública
El estudio del Banco Mundial presentado el 21 de febrero (junto con UNICEF Y UNESCO) subraya el catastrófico retroceso del aprendizaje y enseñanza a nivel de Latinoamérica y afirma que 4 de 5 niños graduados de sexto grado no saben leer ni comprender un texto básico. El estudio calcula la estremecedora proyección de que la enseñanza/aprendizaje ha retrocedido hasta 10 años por el fracaso de los sistemas educativos públicos de Latinoamérica y concluye que este retroceso pudiera convertirse en un impacto de hasta una reducción promedio del 25% de los ingresos estimados en la vida de estos niños en el curso de sus vidas como adultos.
Todo esto subraya la incalculable ironía de unas declaraciones del fiscal y el ministro de Hacienda diciendo que tenían la intención de combatir la informalidad, cuando la realidad es que el Estado salvadoreño por su sistema público de educación se ha convertido en una máquina de producir, en el MEJOR de los casos, trabajadores informales y manos del sub-empleo que sufrirán, de por vida, las consecuencias de una pésima educación recibida.