Reconstruir las economías, tanto nacionales como regionales y mundiales, es la titánica tarea que enfrenta la humanidad al ir superando la pandemia, muy similar en sus esenciales rasgos a lo sucedido cuando Europa pudo sobreponerse a la pobreza milenaria aplicando las ideas de Adam Smith (lo que erróneamente se conoce como la “Revolución Industrial” que dio lugar a la invención de la máquina de vapor).
Esto, a su vez, fue el detonante del asombroso desarrollo económico de Estados Unidos en el siglo XIX, de la reconstrucción alemana después de la Segunda Guerra Mundial y lo que fue aplicado por Japón y los “Tigres del Asia” para llegar a ser lo que son.
Hay enormes tropiezos para echar a andar esquemas racionales de recuperación económica, comenzando por el neo-mercantilismo estadounidense, traducido en “proteger la economía” imponiendo tarifas a las importaciones, principalmente de China y lo que desató una escalada sin sentido, que casi de inmediato involucró el comercio entre Europa y los Estados Unidos.
El expresidente Trump dijo a los franceses que los vinos de California eran mejores que los de ese país europeo, pero pese a que hay excelente producción en el Napa Valley, los de Burdeos son inigualable en el mundo.
Mientras no se restablezca el libre intercambio como existió antes de la llegada de Trump a la presidencia, un intercambio matizado por múltiples factores como se dio en el pasado con la importación de fresas españolas a Francia como ejemplo, el camino para recomponer la economía mundial estará sembrado de obstáculos.
Los ejemplos que citamos al inicio de esta nota demuestran un hecho incontestable: la fuerza mayor de cambio positivo en el mundo es la iniciativa individual, dejar que sean millones de personas las que encuentren mejores maneras de hacer las cosas, de innovar, de superar limitaciones de toda naturaleza.
Se necesita, en tal sentido, una “revolución” como la realizada en Chile por los Chicago Boys en los Años Setenta, que lograron no solo superar la devastación causada por las políticas populistas y descabelladas de Salvador Allende (que dio lugar a la rebelión de los cacerolazos), sino que en menos de un decenio transformaron a Chile en un país del Primer Mundo, después de ir a la cola en el desarrollo.
Chile pasó de ser una nación de gran pobreza a lo que es hoy en día, un ejemplo para todos en nuestro Hemisferio que contrasta con el desastre cubano y lo perpetrado por Perón y “Evita” en Argentina.
Cuba era el país más próspero de América hasta la llegada de Castro al poder…
¿Quiénes pagarán las gigantescas deudas? Nosotros y nuestros descendientes
En El Salvador estamos sufriendo las consecuencias de la imposición de arbitrarias medidas y de un astronómico endeudamiento del que constantemente se denuncia que no hay cuentas claras y que será imposible pagar en el previsible futuro.
Es obvio que el mundo va de crisis en crisis, de desastre en desastre, a causa del voto de los incautos, aunque las naciones donde tal voto no existe están peor, como China con su nuevo emperador, Rusia con su zar, Turquía con Erdogan, este último que parece ser el único aliado, fuera del presidente de México, que le queda a Maduro…