Donald Trump se convirtió la semana anterior en el primer expresidente en la historia de los Estados Unidos en ser condenado por un tribunal por cargos criminales relativos a la falsificación de documentos para ocultar una relación extramarital con una actriz porno.
El sistema político y judicial estadounidense ha entrado en una disyuntiva sobre si Trump podrá seguir aspirando a la presidencia y cómo gobernará si gana las elecciones y tiene sobre él una condena de cárcel.
Pero este es sólo uno de los juicios que tiene pendientes, entre ellos uno por intentar influir en los resultados en la última elección y otro por supuestamente instigar el asalto de turbas al Capitolio después de no conseguir imponerse a Joe Biden en los comicios de 2021.
Sin embargo, nada parece hacerlo reflexionar que todos estos procesos son el resultado de sus mismos actos. Incluso se informa que insinuó que “la gente” no aceptará que lo encarcelen, sugiriendo que podría repetirse el episodio del Capitolio. Siempre busca culpables en los demás, los jueces, los fiscales, los demócratas, la Casa Blanca, pero él mismo ha labrado su destino con ideas descabelladas como deportar a todos los inmigrantes ilegales para que “América sea grande otra vez”.
En su momento, Hitler consideraba que en el “Reich”, “el tercer imperio”, estaba el resurgimiento de Alemania. El sueño se derrumbó y Alemania perdió como consecuencia muchos territorios: Alsacia se consolidó en manos de los franceses y Koenigsberg pasó a los rusos, por ejemplo, comprobando cómo la megalomanía de un “pico de oro” puede destruir una nación, como ha sucedido a Venezuela, país que debate su futuro electoral dado que el chavismo lo convirtió en un narcoestado.
Como dice el Evangelio, “por sus frutos los conoceréis”, Trump se ha mostrado todos estos años como un niño caprichoso de siete años, dada su permanente distorsión de las realidades, contradecirse a sí mismo, caer en peroratas, acusaciones sin fundamento y su clara intención de convertirse en dictador, para lo cual invitó a su residencia en Florida a Víctor Orbán, que manipula en Hungría a una masa suficiente de cretinizados para hacer lo que le da la gana e inclusive pasar por encima de la ley.
Los inmigrantes son la respuesta para un país que sufre bajas tasas de nacimientos
Deportar “ilegales” indiscriminadamente dejaría a muchas empresas de menor tamaño sin el personal que requieren para operar, a lo que se agrega el hecho de que hay escasez de mano de obra en el país, como lo evidencia la tragedia del puente en Baltimore: las cinco víctimas mortales eran inmigrantes, entre ellas el salvadoreño Miguel Ángel Luna González, que tenía 19 años de vivir en la ciudad y que dejó una familia en el desamparo.
Los inmigrantes, contrario a lo que dice Trump, tienen tasas de delincuencia más bajas que los “nativos”, además de tomar trabajos que “nadie quiere asumir”.
Para que los inmigrantes puedan integrarse en una forma más “organizada”, eficiente, lo propio es formar comunidades donde unos a otros se conozcan, se genere una conciencia de pertenencia y cuenten con servicios esenciales.
Una cosa es desperdigar grupos que nada tienen en común y otra asentarlos en barriadas o ciudades en desarrollo para que, partiendo de lo que ya existe y dándoles las herramientas necesarias, labren su futuro.
“Cada niño que nace trae su pan bajo el brazo”; todo es darles la oportunidad de aprender y ayudarles a encontrar el buen sendero, lo que se dificulta mucho cuando un régimen se embolsa fondos que son para la educación y los servicios para los más necesitados…