Es de importancia fundamental que en la escuela y en la universidad los niños y jóvenes aprendan a pensar por su cuenta, lo que es muy distinto a rellenarle la cabeza de reglas o lavarle el cerebro. Con ese objetivo en mente, el maestro lleva al alumno hacia la verdad a través de la razón o sea el diálogo. Juntos deben examinar paradigmas, explorar posibilidades, buscar y escudriñar pero sin desmarcarse de la lógica, de lo honesto y de lo sensato.
Al término de la formación escolar y académica el estudiante debe ser una persona pensante, un hombre y mujer de bien, no un fanático o un criminal, como ocurre con muchos que egresan de seudouniversidades de los trópicos o de centros de ideologización extremista.
Cuestionar o abandonar paradigmas debe servir para que los intelectos se eleven y se enaltezcan las buenas cualidades y las virtudes, para que se salga mejor de lo que se entró. Padres, tutores y los responsables de guiar nuestras sociedades están en la obligación de vigilar sin tregua la enseñanza de los jóvenes y conducirlos a construir su futuro.
Nos comportamos como nos comportamos porque con el tiempo se han ido fijando normas que facilitan vida y convivencia y además compaginan con la naturaleza racional y moral del hombre. Un viejo refrán estadounidense nos dice que si la máquina funciona, no hay que meterse a repararla. Y si no funciona tan bien como quisiéramos, es con cuidado que debemos poner mano en ella. Arruinar un aparato a causa de la impericia es siempre muchisísimo menos grave que arruinar una vida por malos consejos y torpes conductas.
Una cosa es innovar en arte, publicidad, mercadeo y comercio y otra la que se refiere a la moral, la conducta y los principios éticos que rigen a los hombres que viven en democracia. Debemos reconocer que no hay, flotando por los aires, ni nuevas justicias ni nuevas morales por inventar. La alternativa a lo que fundamenta los principios y las leyes de la civilización es la barbarie, en absoluto incompatible con la dignidad y la felicidad humanas.
El abandono de la moral y la ética como la conocemos sólo arrastra a estados aberrantes y a transformarnos en esclavos de otros o de los más bajos instintos y apetencias. Aristóteles hizo ver que la única posibilidad de ser libre se da cuando la persona cumple con la moral y la razón.
La lectura es el camino a pensar y discernir mejor
Los padres regalan juguetes a sus hijos, pero a los hijos mayores deben obsequiarlos con buenos libros, que les abran más el entendimiento y les ayuden a tener más conocimiento y seguridad para proyectarse en la vida.
Un buen libro perdura y además se lee por días y días. Un buen libro enseña, hace del lector una mejor persona, nos hace pensar, nos entretiene y divierte. En lo posible, para evitar leer los malos libros, la literatura basura, hay que motivar a los niños y niñas a leer historia, cuentos clásicos y aventuras épicas o futuristas como las de Julio Verne. Para los adolescentes se puede ir a los grandes clásicos, a lo mejor de la producción europea, estadounidense, hispanoamericana.
Las comedias griegas y romanas, la literatura humorística inglesa como asimismo los clásicos norteamericanos, desde Allan Poe hasta Ken Follet, son apasionantes y enriquecen al lector. Hay que evitar los libros motivacionales, los de teosofía o las escribideras regionales.
Desde muchos puntos de vista la literatura, como la buena gastronomía, ayuda a las personas a salir de la aldea mental, a atisbar horizontes más hermosos y ricos, a comprender mejor la vida y a fortalecerse para resistir des- gracias y avatares. Es importante que los niños y jóvenes aprendan a hacer cosas útiles o conocer algún lugar nuevo, a lo que evoque las delicias de lo que fueron los pueblos de antaño.
En el Día del Niño y siempre es importante prodigarles amor, calidad de tiempo, comprensión, paciencia, seguros de que siempre serán nuestros niños aunque crezcan, y un día, en la senectud, probablemente seremos los niños que ellos cuidarán...