Un país sometido a un despotismo, casi en bancarrota, pobreza para la mitad de las familias, poca protección sanitaria, escuelas deficientes y en su mayoría en franco deterioro, es el sombrío futuro que espera a los niños salvadoreños, que entre otras cosas tarde o temprano se darán cuenta del manoseo de las leyes y del bienestar general que hace un régimen narcisista sin rumbo positivo.
Según la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM), el promedio educativo es bajo. La escolaridad es de 7.1 grados (8.1 urbana, 5.5 rural) y el analfabetismo rural es del 15.5%, y el urbano 6.8%.
Esto indica que la mayoría de niños y jóvenes saldrán a la vida sin las necesarias herramientas para sostenerse con una medida de decoro.
Un 35.3% de los niños de 0 a 17 años vive sin alguno o sin ambos padres, en abandono o disfuncionalidad; 81,164 niños están dedicados a actividades laborales, de los cuales 58,007 están en trabajos peligrosos (generalmente hurgar basura, pesca de curiles, trabajos agrícolas, entre otros).
Pese a lo anterior y gracias a naturales dotes, perseverancia y sanas ambiciones, muchos de nuestros jóvenes han destacado en certámenes internacionales de ciencia, inventiva, como profesionales, entre ellos:
Arlén Daniela Contreras Chamorro y Jimena Ivette Ávalos Hidalgo, ambas de 13 años, del Centro Escolar España, de San Salvador, que representarán al país en la Olimpiada Latinoamericana de Ciencias y Tecnología, en Tlaxcala, México, el 28 y 29 de octubre.
Fernando Daniel Domínguez Castaneda, de 18 años, que dio a El Salvador su primera medalla de oro en la Olimpiada Matemática Asiático Pacífica de 2022.
Miguel Isaías Doradea Meléndez, quien ganó medalla de oro en la VI Olimpiada Centroamericana y del Caribe de Física.
Naomy Susana Guerra Cantor, quien ganó medalla de plata en la IV Olimpiada Centroamericana y del Caribe de Biología.
Estos jóvenes sirven de ejemplo a otros, muestran que a través del saber, de la sana curiosidad, del deseo de salir de la aldea ya sea físicamente o anímicamente es posible superarse, como Frank Rubio, el astronauta de origen salvadoreño que en estos momentos forma parte de una misión espacial, como de otros que con su arte, su musicalidad, su gracia llegan lejos y hasta muy lejos.
La mayoría de los ahora niños inicia su vida sin contar con la protección de vacunas, pues muchos de los fondos fueron desviados hacia el no tan misterioso agujero negro que traga millones y millones, siendo las campañas de vacunación una de las víctimas.
Abunda el dinero para soldadescas, para campañas “mediáticas” de imagen del oficialismo, para el hospital “El Salvador” que ningún observador independiente ha visto por dentro pero que costo (es el cuento) sesenta millones de dólares, pero lo hay para mascotas.
El agujero negro se traga buena parte de los recursos que debían servir para tratar el cáncer, para asistir a los enfermos renales, para dolencias de “la tercera edad”; sirve para despilfarrar millones en bitcoins, pero no para campañas de vacunación de niños…
Niños sin familias para familias sin niños…
La cereza envenenada sobre el pastel de falsas promesas son los meneos de procuradores que prácticamente vuelven imposible que niños huérfanos, desamparados, puedan ser adoptados.
Aquí tocamos el problema de familias sin niños y de niños sin familias, un drama que hemos vivido muy de cerca, pues una destacada periodista no ha podido adoptar un niño por las exigencias absurdas.
Jugar con el futuro de los niños “fríamente”, como en los mercados de esclavos de la antigüedad —los hubo en Roma para vender “bárbaros”— es siempre cruel, inhumano…