Si la máquina funciona, no tiene sentido desmantelarla, dice un viejo y muy sensato proverbio; una cosa es dar mantenimiento preventivo pero otra tirarla a una huesera y comprar una nueva para hacer un sucio negocio con algún mercader.
En esta vida debemos cuidar cada centavo y los recursos que disponemos, evitar desperdicios, ser parcos, no botaratas…
Como no hay ninguna explicación oficial a varios días de cuestionamientos, la sorpresiva destrucción del piso del Palacio Nacional, un piso hermoso que solo requería buen mantenimiento para durar muchísimos años más, solo dejará a los salvadoreños imaginando a un influyente buscando ayudar a un miembro de "la cherada", que se beneficiaría de la demolición, de las nuevas baldosas y la instalación, además de los extras que implique “esa gran obra de amor por la cultura”.
La falta de transparencia llega al punto que prohíben a los periodistas tomar fotos desde la calle, seguramente al verse expuesta la pobre iniciativa. Pero esto puso en evidencia que la destrucción cuenta con el aval del régimen, a lo que se agrega que camiones de Obras Públicas fueron a tirar las baldosas a lugares como la quebrada de las Cañas, agregando ultraje al incalificable hecho.
Por este medio pedimos a los salvadoreños orar para que el piso con que se reemplazará el excelente que están destruyendo, esté bien colocado, no como en un país al sur del nuestro donde dejan los ladrillos pegaditos unos a otros, lo que obliga a reemplazarlos o cortar cada número de ladrillos canaletas de un centímetro de ancho que sirvan como juntas de dilatación.
Dios mediante, no se les ocurra "remodelar" la fachada del Palacio, pero la sed de perpetrar sinverguenzadas para meterse dinero en el bolsillo es, desde la llegada del actual régimen, irresistible…
No es nada nuevo que tal cosa suceda, pues la demolición de la antigua Biblioteca Nacional para entregar la obra a arquitectos chinos, materiales chinos y obreros chinos perjudicando el tránsito y los negocios de las calles aledañas tiene el mismo sabor, mas cuando ya finalizada el recinto es una especie de feria donde nadie sabe dónde está nada ni menos libros o materiales de consulta.
La angustia que prevalece entre las personas pensantes es a cual obra, monumento o lugar de valor le han puesto el ojo para otra demolición y nuevas adjudicaciones a dedo a miembros de "la cherada"…
Con semejante altruismo para su grupo, ignorancia y “creatividad” serían capaces hasta de ir a ofrecerse enderezar la Torre inclinada de Pisa…
Dice el Buen Libro que las perlas no son para los del estercolero
Lo que está sucediendo con el piso del Palacio recuerda la demolición a puro cincel, ordenada por el actual arzobispo, a una obra de Fernando Llort en la Catedral, que bien pudo haberse quitado con cuidado para venderla o donarla al Museo Nacional. Este acto recuerda la desfiguración de los rostros de Cristóbal Colón e Isabel de Castilla por un "líder indigenista" a quien se le vio con un Rolex en la muñeca y zapatos deportivos, prendas de los "conquistadores" que tanto decía abominar.
El gobierno español restauró los rostros dañados, una desecración que recuerda la agresión a martillazos de La Piedad de Miguel Ángel en la Basílica del Vaticano por un enloquecido húngaro.
Respetar y apreciar bienes culturales y particularmente lo que heredamos de nuestros antecesores, es de personas sensatas y educadas. Como enseña el Evangelio, las perlas no son para los que viven física o mentalmente en estercoleros…