Desconocer nuestra Constitución, e inclusive “reformarla” a conveniencia o mediante una elección para montar una dictadura y perpetuar el saqueo del país, se propone el actual régimen.
Nuestra Constitución, la base de todos nuestros derechos y libertades democráticas, fue respetada hasta que asumió el poder el bukelismo, que a partir de ese momento ha sistemáticamente violado sus preceptos “con necesidad o sin ella”, mostrándolo como un documento irrelevante, pues ellos son la suprema ley en este suelo, la única ley, al estilo de los monarcas absolutistas de antes de la Revolución Francesa.
Las aberraciones han comenzado con los movimientos para anular o tergiversar las cláusulas pétreas, sobre todo las que prohíben que un presidente pueda reelegirse consecutivamente, algo que la ley máxima rechaza siete veces y que es superior a la decisión precipitada de una mayoría.
Esa ha sido la experiencia de “líderes” que en realidad son monstruos, como, Hitler, el norcoreano Kim Jong-un, el criminal de guerra Putin y hasta en su época Vlad Tepes, conocido como Drácula. Recientemente, Trump anunció que volverá a lanzarse para la presidencia y propuso acabar con la bicentenaria Constitución de los Estados Unidos, pilar de esa democracia.
La postura no puede ser más ponzoñosa para un país, pues se pasa de un estado de seguridad jurídica en el cual la gente sabe a qué atenerse, qué puede esperar del sistema, a uno de incertidumbre en el que nadie verdaderamente sabe lo que el futuro le depara.
Uno de los encargados del perpetrar y defender el atropello a nuestra Carta Magna es el vicepresidente, individuo que no tiene ni de muy lejos las credenciales académicas ni mucho menos las morales al pretender semejante monstruosidad.
Pero como todo es posible y más cuando se creen ungidos por todas las fuerzas del universo, la Constitución es constantemente atropellada con hechos como saltarse las prohibiciones expresas a la reelección presidencial consecutiva, lo que debe poner en máxima alerta a la gente decente en el país, entendiéndose por decente aquellos que además de ser honestos son capaces de pensar.
El tiempo de encarga de abrir los ojos a la gente frente a los mesiánicos
La gente honesta y pensante, como decimos, debe defender nuestra Constitución, defender nuestra libertad.
No hay, como solemos decir, “justicias por inventarse”, derechos y distintas maneras que proteger a una nación y a sus pobladores de las depredaciones de lobos humanos, que lo que esencialmente se consigna en nuestra Carta Magna y es el cuerpo de derechos, principios, deberes y aspiraciones que se recogen en las constituciones y la legislación de todas las grandes democracias, de los países libres y prósperos.
Con el rápido paso del tiempo las cortinas de humo, los “golpes de efecto”, las promesas pierden brillo, pues más y más personas, familias y comunidades se dan cuenta de que no hay nada efectivo en los platos, que los han dejado burlados, lo que presenta la tentación de ser más represivo como sucede en Nicaragua.
El ejemplo histórico que siempre debe tenerse frente a los ojos es lo sucedido cuando el general Martínez, que se creía por encima de cualquier poder terrenal, buscó ser reelecto por tercera vez… “Se puede engañar a toda la gente parte del tiempo, a parte de la gente todo el tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo”…