Este 28 de diciembre se conmemora el “Día de los Santos Inocentes”, cuando, según la tradición cristiana, Herodes, Rey de Judea y también apodado “El Grande”, ordenó la matanza de niños recién nacidos en Belén para impedir que “el Rey de Reyes”, Jesús, sobreviviera.
Desde siempre, eruditos han considerado que la supuesta matanza no tiene ningún respaldo histórico en los registros romanos, que consignaban todos los sucesos memorables en las regiones bajo su control, además de que no habrían tolerado que una masacre de tal magnitud tuviera lugar, aunque matanzas de todos los habitantes de una ciudad que se rebelara contra un rey se dieron a lo largo de la historia.
Genghis Khan, el mongol que llegó a crear el mayor imperio de la historia en términos territoriales, fomentaba difundir historias de barbarie similar para que pueblos enteros se rindieran sin dar batalla, como el criminal de guerra y asesino serial Putin dice ahora de Finlandia: que se “atengan a las consecuencias” al ser miembros de la OTAN, olvidando que los finlandeses derrotaron a los rusos en un previo conflicto.
Pero niños, seres siempre inocentes, murieron a raíz del ataque de la banda terrorista Hamás a Israel el 7 de octubre, como niños también han muerto en la Franja de Gaza a raíz de los bombardeos israelitas, ambos hechos que conmueven profundamente al mundo desde el inicio de la conflagración, un terrible precio que los terroristas de Hamás parece que, en su demencia, no tomaron en cuenta.
La seguridad y el bienestar de la niñez y familias debe siempre ser una prioridad, lo que no es en nuestro suelo como lo comprueba el desinterés —acompañado además del saqueo de recursos destinados a la enseñanza— del régimen salvadoreño.
El mismo cuadro se presenta en los rostros de niños que van en las caravanas de salvadoreños y centroamericanos en su intento de entrar a Estados Unidos por el Río Grande: no acaban de entender los motivos por los cuales están allí ni menos el hecho de sufrir frío, hambre, miedo y en algunos casos cosas peores.
Son los muy reales “niños inocentes” de nuestra época, niños que efectivamente mueren como en el mítico suceso de Belén hace dos mil años…
Deben autorizarse adopciones de niños por familias foráneas
Mucho de este dolor, de tal tragedia, puede evitarse si niños salvadoreños tienen la oportunidad de ser dados en adopción a familias tanto estadounidenses como europeas, un tema sobre el cual no dejaremos de insistir basándonos en un hecho muy importante: una familia, como ejemplo, en Kansas o Nebraska, al igual que familias en Burdeos o Copenhague, tienen que estar calificadas para adoptar, no es que “yo quiero adoptar una muchachita y basta con eso”; se pasan pruebas muy estrictas, se revisa el historial de esas familias y se autoriza o se deniega la solicitud.
Al caer la mitad de la población en la pobreza como consecuencia de las políticas del actual régimen, muchísimos niños enfrentan futuros inciertos y por desgracia hasta negativos, lo que en parte puede solucionarse, darles un mejor futuro, autorizando adopciones. Y el tiempo corre pero mientras no “haya señal”, al diablo con el futuro de tantos y tantos niños salvadoreños…
Lo de Belén es una historia sin fundamento probado; la tragedia de tantos de nuestros niños no lo es…