"Les ruego de corazón: ¡No nos abandonen!” ha sido el dramático llamado del obispo nicaragüense Silvio Báez al mundo frente a la persecución religiosa que vive Nicaragua.
Un sacerdote ha sido capturado, las radios católicas han sido cerradas, han expulsado hasta a las monjas de la orden de la Madre Teresa y se ha prohibido una procesión de la Virgen de Fátima por las calles de Managua, algo que golpea la sensibilidad de los católicos nicaragüenses, que son la mayoría en el país centroamericano.
Por si fuera poco, la gente tiene que comulgar afuera de los templos porque no se permite el acceso a ellos, como han mostrado las imágenes de televisión y redes sociales alrededor del mundo.
De igual manera causan estupor las imágenes de monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, llevando la custodia con el Santísimo Sacramento y cercado por un pelotón de antimotines que le impiden salir de su casa.
El nuncio apostólico (embajador papal) en Managua, monseñor Waldemar Stanislaw Sommertag, fue obligado por el gobierno a abandonar el país en marzo pasado.
“La Iglesia del mundo entero debe volver los ojos hacia mi país. Necesitamos la oración, la cercanía y la denuncia de toda la Iglesia”, dice monseñor Báez, quien está en el exilio.
Intelectuales dentro y fuera de Nicaragua han llamado la atención del Papa Francisco para que se pronuncie por lo que está sucediendo, pero sólo han encontrado silencio, un silencio equiparable al del extinto Papa Pío XII frente al Holocausto judío a manos de los nazis y cuya controversia lo ha perseguido más allá de la tumba.
Ojalá que el silencio en esta ocasión se deba a que se están llevando conversaciones a otro nivel, aunque desanima a católicos y no católicos. En el caso de Pío XII se dice que estuvo a punto de lanzar una denuncia enérgica por Radio Vaticano, pero se abstuvo porque podía desencadenar represalias, sobre todo contra los judíos refugiados en sedes eclesiásticas.
“El martirio sigue siendo una realidad en nuestros días. En nuestra región el caso más horrendo es el de la persecución que sufre la Iglesia en Nicaragua”, declaró recientemente el Cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez.
La hostilidad del régimen se intensificó desde 2018, cuando la Iglesia acompañó a los participantes en las manifestaciones que fueron salvajemente reprimidas tras reclamar por las pensiones y en las cuales hubo 350 muertos.
Se repite la historia de la persecución que se vivió en los años 80
En la década de los años 80, tras el triunfo de la revolución sandinista, la Iglesia fue perseguida también pese al importante papel que jugaron muchos clérigos y religiosos a esa causa, comprometidos con la Teología de la Liberación.
Entonces, muchos sacerdotes fueron capturados o expulsados, algunos de los cuales llegaron a El Salvador con lo único que tenían puesto.
Obispos y sacerdotes eran atacados por miembros de la Seguridad del Estado y grupos de masas llamados “turbas divinas” que reclamaban una “iglesia popular” al servicio del régimen.
Las agresiones chocaron entonces con la protesta del cardenal Miguel Obando y Bravo, a lo cual se sumó la visita que hizo en 1983 el Papa Juan Pablo II, que llevó al cese de las hostilidades.
Las “turbas divinas” y simpatizantes sandinistas llegaron al extremo de interrumpir la multitudinaria misa del Pontífice, que les pidió tranquilizarse y que promovieran la paz.
Se dice que el inolvidable Papa llegó a recordar aquella fecha como “la gran noche oscura”, la cual parece repetirse.
Dios mediante, Nicaragua supere este trance y vuelva a vivir su fe en plena libertad…