Como es casi norma en el mundo, el presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, enarbola la bandera del “cambio” siendo el primer gobernante colombiano que en un momento militó en un movimiento marxista, lo que nos llevó en una ocasión —y parafraseando al brasileño Carlos Marighella— a decir que ahora “el cambio es el opio del pueblo”, pues las multitudes creen que gracias a ello sus aburridas y precarias vidas van a transformarse en esplendorosas existencias.
Las multitudes siempre están a la espera de los mesías, los iluminados que van a solucionar todo y que, por lo mismo, deben ser respaldados con su voto.
De Petro en un momento se dijo horrores, lo que ha sido desmentido, como que iba a encarcelar a Álvaro Uribe y a sus aliados, pero más bien procedió a reunirse con él y, por lógica, también con el presidente saliente Iván Duque, que tuvo que soportar manifestaciones y revueltas instigadas por el narco-régimen venezolano.
Petro no está en plan de repartir viviendas, de ufanarse de tener más seguidores que Jesucristo y de hacer arreglos políticos con Maduro, pero la nación comparte una muy larga frontera con Venezuela, es en la selva colombiana donde se siembra y se procesa cocaína además de que por su territorio pasa mucha droga hacia el norte, Estados Unidos.
Muchos, tanto dentro como fuera de Colombia, piensan que el nuevo gobernante ha madurado, ha dejado el marxismo y abrazado la socialdemocracia, más después de una larga militancia política y fungir como alcalde de Bogotá, lo que siempre obliga a transar y buscar consensos en muchos temas, sabiendo que la política “es el arte de lo posible” siendo ese “posible” distinto para cada país y momento.
Petro y lo que se vive actualmente en Colombia desde que el expresidente Santos y sin duda seducido por “una oferta imposible de rechazar” (como El Padrino de la obra de Mario Puzzo) vendió Colombia, lo que le valió recibir el “Premio Nobel de la Paz”, galardón que políticos noruegos dan por simples apariencias, pues lo han recibido personajes cuestionados como Arafat y Carter, este último el individuo que entregó Irán a fanáticos.
Don Alfredo Nobel debe de darse muchísimas vueltas en su tumba cada año cuando se anuncia el ganador del “Premio Nobel de la Paz”.
Esperamos que gobiernen la sensatez y el progreso
Nosotros, como muchos en Hispanoamérica, no podemos más que desear que el presidente electo Petro gobierne con sensatez y anteponga los intereses reales de Colombia y del Hemisferio a los suyos propios y los de sus seguidores, lo que va a lograrse actuando con racionalidad, apegándose a la muy asentada tradición democrática colombiana, a los verdaderos ideales del fundador de la patria, Bolívar, y al bienestar general.
“No existen nuevas justicias por descubrir” ni fórmulas más efectivas para lograr el desarrollo y la prosperidad de las naciones que las basadas en la liberta para escoger, el libre mercado. Fue aplicando la regla del mercado, el dejar hacer y dejar pasar en un Orden de Derecho, que las naciones devastadas por la Segunda Guerra Mundial y los graves conflictos en Asia, incluyendo la Guerra de Corea, lograron levantarse de sus escombros, superar miserias milenarias como en China, reconstruir Japón, Corea del Sur, Taiwan.
Si la política “es el arte de lo posible” deseamos vehementemente que lo “posible” para Colombia se enmarque en el consenso, el buen sentido, la tolerancia.