El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidió apoyo al chino Xi Jinping para frenar la escalada armamentista de Corea del Norte. Sin embargo, China volvió a invocar sus intereses en el tema de Taiwán.
El encuentro se produjo en Bali (Indonesia), durante la cumbre del G20, después que Norcorea disparó un misil que sobrevoló territorio japonés a principios de octubre y una andanada de 23 más a finales del mismo mes.
La belicosidad de Corea del Norte y las reclamaciones cada vez más fuertes de China sobre Taiwán vuelven a esa zona un potencial teatro de conflictos futuros.
China tiene influencia sobre el régimen de Kim Jon-un tomando en cuenta la afinidad por ser sistemas comunistas y aliados desde hace décadas.
China advirtió que “Estados Unidos no puede ni debe cruzar la línea roja” en la cuestión de Taiwán, a la que considera una provincia rebelde.
Pero, a su vez, el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Mark Milley, advirtió que una invasión china a Taiwán “sería imprudente, sería un error político, un error geopolítico, un error estratégico, similar al error estratégico que cometió Putin en Ucrania” y terminaría en una debacle estratégica militar para China y frenaría su desarrollo como potencia.
¿Hasta dónde Estados Unidos puede confiar en el régimen chino?
Nadie puede estar seguro, tomando en cuenta primero que muchos creen que Norcorea recibe apoyo clandestino chino y ruso.
El régimen chino ha cambiado mucho desde la asunción de Xi al poder: de un gobierno más capitalista que comunista, tolerante y progresista ha pasado a intensificar la represión de la disidencia, sobre todo en Hong Kong, y después de decir que la cuestión de Taiwán podía esperar el tiempo que fuera necesario, ahora se muestra más ansioso de proceder contra la isla.
El signo del retroceso: la expulsión del anterior líder
El signo más claro de la radicalización fue que durante la convención anual del Partido Comunista —fundado hace cien años por el mayor genocida de la historia, Mao Zedong— el predecesor de Xi Jinping, Hu Jintao, fue sacado a empellones, recalcando así un inequívoco mensaje: quien se atreva a oponer la dictadura puede esperar lo peor.
Pero la oficialmente cacareada unidad de China alrededor de Xi muestra grietas, pues más y más chinos están rebelándose contra la dictadura que vigila a cada chino como lo expuso George Orwell: “El Gran Hermano te vigila” y cuando te sales del huacal, como decimos en esta tierra, está listo para fulminarte.
En China cada espacio público y privado está vigilado por cámaras, lo que supone que existe además de un “ejército” de esbirros listos a denunciar la menor señal de rebeldía, programas de inteligencia artificial que miden cada paso de los seres literalmente convertidos en hormigas.
Queda, empero, un lugar en que hasta el momento esto no funciona: las letrinas públicas, donde los chinos más y más dan rienda suelta a sus maldiciones, proclamando que no quieren seguir siendo esclavos, sino que anhelan ser libres como es norma en toda democracia.
El grotesco evento en Pekín, lo que sucede actualmente en China, no ha levantado la ola de cuestionamientos y críticas que tiene lugar con la llegada a la presidencia de Italia de Giorgia Meloni y lo que de inmediato se califica como “extrema derecha”.
Nadie sale diciendo que Xi es un ejemplar de “extrema, extrema izquierda”, sino que dan como normal que su partido, marxismo puro, controle más de mil millones de personas, el marxismo que en cien años llevó a la muerte en hechos salvajes a cien millones de seres humanos…