La jefa de la fiscalía de Guatemala se sintió con toda la libertad de retirarse de la reunión a la que la invitó el nuevo presidente, Bernardo Arévalo. ¿A qué le teme? ¿A que el presidente le vuelva a pedir la renuncia y le exija cuentas de sus actos tratando de evitar a toda costa que él asumiera, maniobras y leguleyadas que se consideraron “un intento de golpe de Estado”?
Donald Trump llegó al punto de preguntar en cierta ocasión que si “él estaba obligado a respetar los fallos judiciales”, cuando un juez suspendió una orden ejecutiva o decreto presidencial. Incluso ha dicho que, si vuelve a la presidencia, promoverá que un gobernante tenga “inmunidad ilimitada”, es decir total impunidad.
De allí que en los múltiples juicios que se le siguen se le ha visto discutir con los jueces, faltar a las reglas de la audiencia y en algunos momentos discutir al tú por tú con los togados que presiden.
La última vez se quejó de que “esto no es Estados Unidos” al salir de una audiencia en la que el juez no le permitió atacar a la contraparte ni interrumpir los testimonios cada vez que le daba la gana.
Estos sólo son algunos ejemplos de personajes que se sienten absolutos y sin obligación de rendir cuentas ni someterse a las leyes y la justicia, o aprovecharlas sólo en las partes en que les conviene.
El régimen de Ortega-Murillo hace y deshace en Nicaragua a su antojo, sin más ley que su palabra por absurda y criminal que sea, persiguiendo sacerdotes y monjas y cerrando centros del saber para mantener al pueblo en la total ignorancia. En Venezuela a Maduro se le ocurrió inhabilitar como candidata a María Corina Machado después de ver en ella un peligro de que gane las elecciones. ¡El mastodonte le tiene miedo a una consumada líder opositora!
El sicópata y envenenador Putin sigue destruyendo Ucrania, los ayatolas iraníes siguen promoviendo la guerra entre israelíes y palestinos, Corea del Norte amenaza al mundo libre en Asia.
En esta tierra no nos quedamos atrás con la utilización del sistema legal y de justicia a la conveniencia del grupo en el poder, la violación constante de la Constitución y el uso del régimen de excepción para atemorizar a la sociedad y encarcelar a inocentes junto a culpables, además de perpetrar otros abusos y atrocidades como en las épocas más oscuras de las dictaduras.
La humanidad ha retrocedido significativamente y sigue haciéndolo, a ciencia y paciencia de la comunidad internacional, que por décadas ha visto con indiferencia la tragedia y la decadencia de Cuba, sumida en la más terrible miseria, como en Venezuela, donde la gente ha llegado al extremo de buscar comida entre la basura.
Más bien ha sido notoria la condescendencia con tales regímenes con tal de mostrarse “antiimperialistas” y no importando que los pueblos languidezcan mientras las cúpulas que se dicen “socialistas” sean archimillonarias y derrochen el dinero como jeques árabes.
Algo le pasa a la humanidad que no repara en que por ciertos logros, como en materia de seguridad, sacrifica la democracia y el respeto a los derechos humanos, como sucede en El Salvador.
Lo que buscan destruir es la civilización misma
Las democracias, incluyendo las más sólidas como la estadounidense, han perdido su brújula y caminan a acoger regímenes populistas que socavan libertades y llevan a la anarquía, como ocurrió con los trumpistas cuando llegaron a la osadía de tomarse el Capitolio e intentar amenazas a la presidenta de la Cámara Baja y a otros líderes.
Resulta que ahora Kim Jong-un, Putin, Erdogan, Assad, El Sisi, los clérigos iraníes pueden quedarse tranquilos mientras el mundo convulsione debido a las maquinaciones de estos nefastos personajes.
El mundo libre y democrático debe reaccionar y volver a luchar por la libertad y frenar toda forma de despotismo. Si no lo hace, nuestra civilización será destruida y la historia la escribirán los perversos que puedan llegar a ganar.